Salvo algunas críticas descerebradas de interés nacionalista, la Guardia Civil recibe el apoyo masivo de la población de Ibiza, de sus medios de información, organizaciones y partidos políticos.
El Cuerpo es muy necesario, pues la legendaria libertad pitiusa, arcadia hippie y meca hedonista, está siendo groseramente violada en estos nuevos tiempos de pedantes progres que son enemigos del progreso. Para la libertad y los gozosos excesos hacen falta cortesía y sentido común, cultura y estética, algo de razón lógica y mucho corazón. Y, por supuesto, respeto por la naturaleza y tus vecinos.
Pero todo eso se difumina en el maremágnum de una masa amorfa de patanes con dinero y sin dinero, corrupción y falta de previsión política, en medio de una densidad turística que desafía cualquier armonía en una isla limitada por su bendita geografía. Y para mantener la libertad entre los placeres del caos, es fundamental poner cierto orden.
Los nativos de Ibiza y Formentera descienden de bravos corsarios que hasta hace poco observaban todo sin asombrarse de nada. Y si alguien se pasaba, pues se aplicaba la Ley Payesa. Pero la cosa se ha ido de manos. Paralelamente a la invasión serpentina sufrimos un desembarco mafioso de muy mal gusto, que defiende sus abusos en aras de una libertad que son incapaces de comprender. Para ellos Ibiza solo es bakalao electrónico, la pastilla psicodélica y el fabuloso negocio del embrutecimiento humano (observando tal degeneración, se puede pensar que el mono viene del hombre).
Por eso es fundamental que vengan más efectivos de la Guardia Civil, para defender la gozosa libertad y luchar contra los abusos serpentinos fuera de toda sombra.