Esta semana semana ha tenido lugar el debate de la moción de censura anunciada por VOX hace unos meses. La misma no tenía posibilidad real alguna de salir adelante, ya que ni de lejos tenían la esperanza de conseguir los votos suficientes que pudieran provocar el cambio de Presidente del Gobierno que se supone debía perseguirse. Cierto es que no es la primera vez que se presenta una moción de censura a sabiendas de que no se tienen los votos suficientes para que sea aprobada, pero en ningún caso anterior despertaba tanto rechazo como esta ultima.
Hemos tenido que ser testigos de las interminables y despreciables intervenciones del portavoz del grupo parlamentario de Vox y del candidato a Presidente del mismo partido de extrema derecha. Han sido intervenciones sin limite de tiempo y que no han sido otra cosa que clarísimos ejemplo de apología antidemocrática.
El debate ha sido muy poco edificante con discursos de los representantes de un partido que solo añora tiempos pasados y que no se ruboriza ni tan siquiera, a la hora de afirmar que el Gobierno actual es peor que el de la dictadura franquista, dictadura que tanto añoran Abascal y los suyos. Las intervenciones de estos personajes han olido a naftalina y no han sido más que catálogos interminables de insultos, de los que rezumaba desprecio y odio.
Resulta penoso que en la cámara de representación de todos los ciudadanos, se tengan que escuchar intervenciones de este tipo de personajillos cuyo único objetivo es acabar precisamente con aquello que les permite a ellos hacer intervenciones tan patéticas como las suyas, es decir la democracia.
El jueves Vox se quedo literalmente solo a la hora de votar a favor de su propia moción de censura, ya que por esta vez sus aliados naturales PP y Cs, se sumaron al resto de partidos de la cámara votando en contra de la misma. Seguramente la intervención más acertada fue la del portavoz del PNV, que no dedico más de un minuto de su tiempo para argumentar su voto, negándose a participar en lo que él mismo denomino una “patochada de debate”.
En nombre del PP, Casado dio a entender que la colaboración con Vox había llegado a su fin, pero con eso no puede ser suficiente. Hay que hacerle el vacío total a la ultraderecha; no basta con una votación diferente y con un discurso mucho más duro que de costumbre refiriéndose a sus socios. La supuesta fractura de la denominada foto de Colón, no puede quedar únicamente en lo ocurrido esta semana en el Congreso de Diputados.
Para que el supuesto cambio de actitud de Casado y su partido pueda tener visos de algo más que un simple posicionamiento momentáneo en el debate de la moción de censura, el PP deberá demostrar que la dureza demostrada en el discurso de su Presidente, no son meras palabras que acaba llevándose el viento. Para ello deberá demostrar que es cierto lo de “hasta aquí hemos llegado” dirigiéndose al partido de extrema derecha.
El Partido Popular, no puede esperar a ver como reacciona Vox en aquellas comunidades donde está gobernando gracias a los votos de la ultraderecha; debe demostrar con hechos y no solo con palabras, que lo dicho va en serio y que realmente esta dispuesto a dejar de ir a remolque de las propuestas y decisiones del partido extremista. Para que Casado pueda empezar a ser creíble no tiene más remedio que aparcar los acuerdos que mantiene con Vox en Andalucía, Murcia y Madrid.
Veremos hasta donde llega la voluntad real de cambio y si se producirá o no un enfrentamiento con los lideres de su partido en estas regiones, muy especialmente con Diaz Ayuso, la presidenta de Madrid que en los últimos tiempos se ha esforzado en restarle protagonismo a Casado, utilizando para ello el gobierno de su comunidad autónoma.
Los discursos añorando un oscuro y nefasto pasado, ya no deben tener cabida en nuestra sociedad, pero tampoco son aceptables discursos anunciando cambios, si luego no van acompañados de hechos que lo demuestren.