A pesar de cobrar la friolera de 51.000€, Vicent Torres (PSOE) no gana para disgustos. Perdió unas elecciones por modificar el PTI a espaldas de la ciudadanía, tuvo que dimitir como secretario general de los socialistas ibicencos por los escándalos de las tarjetas white adlib con las que su vicepresidenta gastaba dinero público en champagne, cremas y peinados; y hace una semana el sector primario de Ibiza le calló la boca al calificar de «ridículo» el ataque que recibieron del socialista al considerar que la promoción de producto local era tan sólo cuestión de «bledes i oliveres».
Pero por si su imagen y la de su fiel escudera, Viviana de Sans (PODEMOS), no estuviera ya lo suficientemente destrozada, ahora hemos sabido que una auditoría ha revelado «deficiencias» en los patrocinios de Adlib y que Marta Díaz firmaba gastos sin la documentación requerida en los expedientes de contratación de FECOEV. Todo ello se suma al gasto millonario que permitieron que la diva socialista derrochara en pasarelas y eventos con los que alimentaba los bolsillos de los amigos con los que después se hacía fotos para fingir pertenecer a una ficticia jet set.
No hay photoshop ni cirugía que disimule el escándalo mayúsculo que supone fraccionar contratos menores para evitar un concurso público, tal y como apuntan los auditores. De Sans dice ahora que la gestión de Díaz le pone «los pelos de punta», algo que ni a ella ni a Vicent Torres les sucedió cuando fueron cómplices y permitieron esta operación y este derroche turbio de dinero público. La izquierda en Ibiza se ha convertido en un escaparate de amiguismo, incompetencia y elitismo. Convendría que se bajaran de la pasarela y pisaran la tierra de los payeses a los que detestan por no tener glamour.