El pasado jueves, el River Thames puso finalmente rumbo a su destino, el puerto de Alejandría (Egipto) después de 10 días de escala obligatoria en la costa de Migjorn de Formentera.
El carguero de 89 metros de eslora llegó inexplicablemente hasta la playa Des Valencians y no acabó encima de la duna, porque un banco de arena a doscientos metros de la costa le acabó frenando. La ruta de este buque de un armador turco y abanderado en la República de Vanuatu en el Pacífico Sur, era Gibraltar-Alejandría transportando pulpa de madera y arcilla. Cuando el barco dejó a babor Murcia, la evolución de su derrota dibujó una línea recta de más de 140 millas que acabó con su panza en la ensenada de Formentera. Con nueve tripulantes a bordo, en la primera comunicación con Capitanía Marítima el capitán dijo no estar embarrancado, sino fondeado. Raro, raro, como todo en este asunto. Después vino el plan de reflotamiento, la contratación de un remolcador y el aval para hacer frente a la sanción que aplicará Capitanía Marítima por «poner en peligro la navegación y el medio marino».
Ante estos hechos que todavía se están investigando, se ha disparado la rumorología popular. Les cuento algunas de las conjeturas que se rumorean en los bares de Formentera, en primer lugar -la que parece la más lógicahubo una «fiesta» a bordo y se les fue de las manos. En segundo lugar, se acercaron a la costa para dejar caer mercancía prohibida (no se descarta a seres humanos) y se les fue de las manos. En tercer lugar: el armador no paga a la tripulación y estos compinchandos con el capitán, decidieron embarrancar el buque y se les fue de las manos.
Tengo más, pero no me caben en esta columna, seguramente usted también tenga su propia teoría. En cualquier caso, se les fue de las manos.