Si tú sonríes el mundo entero sonríe. No sé si es una máxima budista ni de dónde procede, pero yo la llevo tatuada desde que regresé de mi primer viaje a Nepal porque me ha demostrado que es completamente cierta. Por ello intento aplicarlo en mi día a día aunque soy consciente de que por mi carácter o por mi estrés diario, en muchas ocasiones se queda en un mero intento.
Sin embargo, cuando das con alguien que te recibe con una sonrisa o una palabra amable todo cambia. Ves la vida de otra manera y retomas la ilusión y la fe en el ser humano aunque solo sea por unos minutos.
Recientemente me ha sucedido al renovarme el pasaporte. He de decir que iba con mis reservas debido al despiste que siempre ha marcado mi vida pero todo fue como la seda. El agente me atendió con cercanía haciendo todo mucho más fácil. De hecho, cuando salí, mandé un mensaje a mi madre para decirle que habían sido muy amables y reparé en que se lo contaba como si fuera algo extraordinario.
Y entonces, me preocupé. ¿No tendría que ser normal que fuéramos amables con el prójimo? ¿No tendría que ser habitual que en lugar de lanzarnos una mirada hosca nos dijéramos buenos días, gracias y hasta pronto? ¿O que solo de vez en cuando tuviéramos una palabra de agradecimiento hacia el otro aunque no nos conozcamos? O simplemente que no fuéramos por la vida blasfemando, pisoteando, atropellando o sin respeto por nada.
Seguro que esto debería ser así en la vida perfecta y maravillosa de quien creó la dichosa frase pero en nuestro día a día cuesta verlo. Afortunadamente aún hay valientes que se atreven a mirar al mundo con optimismo y alegría ayudando a que el mundo entero sonría con ellos. Y si no, escuchen y sigan a Noah Higón, madrina del proyecto El descanso del guerrero del que hablamos este viernes en este periódico. Seguro que no tiene la repercusión de Mbappé, Griezmann, Messi o Cristiano Ronaldo pero para mí es el mayor descubrimiento en este mercado de fichajes.