El Evangelio nos narra la curación de un sordomudo. Jesús emplea signos que tienen una cierta relación al efecto que se intenta producir. En el milagro del sordomudo podemos encontrar una imagen de la actuación de Dios en las almas. Para creer es necesario que Dios abra nuestro corazón a fin de que podamos escuchar su palabra. Es el Espíritu Santo quien realiza en nuestras almas, en el orden sobrenatural, efectos comparables a los que Cristo realiza en el cuerpo del sordomudo.
El Señor dice que tienen lengua y no hablan, tienen oídos y no oyen. Aquí está la libertad del hombre. No hay peor sordo que quien no quiere oír. Dios nos habla a través de las Sagradas Escrituras, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.
Todo es Palabra de Dios. Una mujer escuchando a Jesús dice de El: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. Jesús nos habla de las maravillas de la naturaleza, nos habla por medio de la Iglesia, se expresa, se hace patente por la vida auténticamente cristiana de tantas personas que con su vida santa dan testimonio de la Fe de Jesucristo.
El Señor por medio del profeta Jeremías dice: Ponte en el atrio del templo y di a todos los ciudadanos de Judá que entren en el templo para adorar. Escucha las palabras que yo te mande decirles, no dejes ni una sola. A ver si escuchan y se convierten cada cual de su mala conducta y me arrepiento del mal que medito hacerles a causa de sus malas acciones. En la oración y la penitencia encontramos el perdón, porque Dios es infinitamente justo y misericordioso. Somos libres y cada uno puede escoger entre el bien y el mal, por tanto somos responsables de nuestros actos.