La flota pesquera pitiusa secunda la huelga y se queda en puerto. ¿Les calificarán también de ultraderecha? Regresan masivamente a los mercados los tristes peces de piscifactoría, los mismos con que engañan en muchos garitos de moda a los turistas con pasta y sin gusto. Pero en el arte del engaño nadie supera al presidente Sánchez, un ultra de la mentira que hace suya la frase del cínico Talleyrand: «La traición es una simple cuestión de fechas». El cambio de rumbo con respecto al pueblo saharaui demuestra al resto del mundo lo que sabemos en España, y ya nadie confía en su palabra de vendedor de alfombras, menos aún en su ingrávido comité de expertos. Los mercenarios que lo defienden como pragmática realpolitik reconocen, en privado, que es también una monumental bajada de pantalones y un desprestigio internacional. Argelia lo tacha de traición histórica y en Rabat se frotan las manos con la debilidad de la vedette que manda desde Moncloa.
Y para resiliencia, nada comparado al aguante en el gobierno de los socios podemitas. Debe ser difícil renunciar a los privilegios de la secta que antes criticaban, pero queda claro que sus principios son más volubles que los de Groucho (¡solo en eso copian al Marx bueno! Trepar el banano público les ha dejado con el culo al aire y engañan a menos progres proletarios, pero siguen con la insufrible pomposidad de Karl. En medio de esta vergüenza, gran parte de España se manifiesta exigiendo medidas al Gobierno autista mientras los sindicatos se manifiestan contra la guerra en Ucrania.
Agricultores, ganaderos, cazadores, pescadores, camioneros, autónomos que no maman de la teta pública… muestran una situación que es desesperada, pero que nada tiene de seria con los urbanitas chulos de piscina que están en el poder.