Atendiendo a lo que publican los medios de comunicación, parece que el primer enemigo de Occidente es Rusia. De hecho, toda la atención está centrada en Vladimir Putin. La invasión de Ucrania ha servido para que los focos iluminen un rincón de la geografía mundial que parece no haber evolucionado desde la época de los zares.
Yo creo que, efectivamente, Rusia es un problema. Sin embargo, se trata de un rival secundario, poco serio y caduco. ¿Debemos tomarnos en serio un país que ni siquiera es capaz de invadir a su vecino diez veces más débil? Para mí, la definición perfecta de lo obsoleto que es el régimen de Putin es su estrepitosa derrota en la batalla mediática. Hoy, las guerras se ganan primero en los medios, con la construcción del relato. Sin ello, la victoria militar es imposible. Si además su ejército es como el de Pancho Villa, donde todos ocultan sus debilidades a los superiores, comprenderemos que Rusia no deja de ser una anécdota en la historia. Ni Rusia, ni Putin son relevantes. Un país que sólo vende petróleo nunca será una potencia. Rusia es un vestigio del pasado: una anomalía histórica.
Esto no obsta para que los ucranianos estén sufriendo horrorosamente esta locura, agravada por las reacciones desesperadas de un ejército que, a más humillado, más dispara a lo primero que se mueve.
Sin embargo, Occidente sí tiene un enemigo que nos va invadiendo taimadamente, sin que lo notemos, sin hacer ruido, posicionándose donde nos va a doler; un rival inteligente, sutil, que tiene un proyecto sólido. China es el auténtico desafío de Occidente, con quien las guerras no se disputarán en el campo de batalla, como en el pasado, sino en las redes, las bolsas o los laboratorios.
Hace veinte años, Argentina y Uruguay eran sucursales de Estados Unidos; hace ochenta, lo eran de Europa. Hoy, sin embargo, la presencia china se ha multiplicado hasta niveles que aquí no somos capaces de imaginar.
China juega sus piezas con astucia. Desde siempre, las grandes compradoras de grano en Sudamérica eran europeas o americanas. Hoy, Nidera, la holandesa líder mundial, ha sido comprada por China, que ha aplicado en ella su estilo peculiar. Los vendedores locales ahora añoran a los europeos: con aquellos podían hablar; eran depredadores, pero tenían cara y ojos. Los chinos, en cambio, son crípticos. Siempre optan por sus propios proveedores; si pueden procesar una materia prima en su país, no la tratan en origen; negocian con una dureza y frialdad jamás vista. Un amigo personal, directivo de una gran empresa agrícola, me contaba que siempre hay dos chinos en la mesa: uno es el encargado de la negociación, pero el otro, casi siempre una mujer, toma nota de todo y sólo hace comentarios sueltos. En mandarín, por supuesto. Proceden de dos estructuras paralelas, de un lado la de gestión y del otro la de control, cada una con su propia cadena de mandos. Sus instrucciones son inflexibles. Lo tienen todo calculado; saben qué harán al año siguiente, y al siguiente. ¡Cómo se añora negociar con los americanos que al menos sonreían y socializaban!
La cadena de valor tradicional ha desaparecido: apenas tienen volumen, los chinos crean su propio proveedor o compran uno existente; sólo usan sus navieras, sus representantes, sus silos, sus naves. Hoy ya son imprescindibles en la producción agroindustrial de Latinoamérica, a veces con empresas del gobierno, a veces con otras de sus regiones y, finalmente, con compañías privadas. Al final da igual: siempre van coordinados.
El gobierno uruguayo, derechista, ha iniciado las negociaciones de un tratado de libre comercio con China porque, aunque ideológicamente está en las antípodas, son los que compran, los que tienen intereses. Europa, en cambio, aplica aranceles brutales, bloqueando el comercio. Y Estados Unidos está en retirada. Así se entiende que hoy que los bienes de producción sean chinos. Estuve hace un mes y conocí un montón de marcas de camiones y de turismos de las que en Europa no tenemos ni idea. Es evidente que China tiene una estrategia. Un día llegará una orden desde Pekín y descubriremos que no controlamos la cadena de valor. Lo de las mascarillas y las batas de quirófano nos va a pasar con muchos otros rubros comerciales.
Si esto es lo que China está haciendo con países pro-occidentales, de cultura europea, no quiero pensar qué poder puede estar amasando en el Pacífico, su área de inflluencia, o en África.
Sin embargo, da la impresión de que nuestro gran problema es Putin. Yo creo que sí, no es un enemigo fácil, pero es sólo un aperitivo de lo que nos vendrá, que será mucho más inteligente.