Da la sensación de que los cabestros de igualdad pretenden convertirnos en criaturas asexuales. La pulsión erótica, el apetito de belleza, la berrea otoñal, el capricho sensual, todo lo que es estimulante y alienta al gozo de vivir es visto como un peligro social por los neo puritanos que proyectan la dictadura de la vida de los otros. Pero ya avisó el filósofo abulense George Santayana: Un puritano nada tiene que ver con la pureza.
Zorba el Griego opinaba que el único pecado imperdonable era rechazar la invitación a la cama de una mujer. Pero el bravo Zorba, que bien pudiera ser un corsario ibicenco, jamás pensó que antes de irse al catre debía plasmar el consentimiento ante notario. Hoy Zorba estaría proscrito, como Ovidio y su Arte de Amar, las putas tristes de Gabo, la Lolita burladora del cazador de mariposas Nabokov, la Niña Chole del marqués de Bradomín, ese Don Juan admirable que era feo, católico y sentimental, y tantas obras inmortales que hablan del deseo que empuja a la vida.
La corrección política pasará pero, ¡qué daño hacen los perversos imbéciles en su dictadura del más bajo denominador común! Para elevarse sobre su vulgaridad, lo mejor es navegar. En Ibiza nos visita la nao Victoria, réplica de aquella en que Elcano dio la primera vuelta al mundo. Tales gestas ya no se enseñan en las escuelas. Tampoco que las carabelas de Colón fueron bautizadas con los nombres de las putas más famosas de Cádiz: la Pinta, la Niña y la María Galante, que luego cambió su nombre por Santa María, encanto de los mares, madre amantísima de los vagabundos que creemos en la vida como eterno milagro.