Un año más ha tenido lugar la celebración del día de nuestra Comunidad Autónoma en las cuatro islas. Desde el primer año que eso ocurrió se ha dicho que todos los residentes de Baleares nos iríamos acostumbrando a este día festivo, a pesar del poco sentimiento balear que pudiéramos tener.
Por poca memoria que hagamos, todos estaremos de acuerdo en que siempre que nos han preguntado: ¿de dónde eres?, la respuesta jamás a sido «soy balear», de toda la vida hemos dicho «soy ibicenco» o «soy formenterés». Vamos que jamás se ha tenido un sentimiento real de sociedad balear.
Cuando se aprobó la España de las Comunidades Autónomas, se pensó que esa forma de pensar se podría revertir a partir de un gobierno autonómico que trabajaría por igual por los residentes de todas las islas. Rápidamente pudimos darnos cuenta que tal cosa difícilmente iba a pasar, ya que pasados cuarenta años se siguen produciendo agravios comparativos de diversa índole en cuanto al trato que recibe cada una de nuestras islas.
A día de hoy el Día de les Illes Balears no pasa de ser una fecha en la que los dirigentes de cada isla tratan de parecer reivindicativos con sus discursos ante los estamentos autonómicos superiores, pero que en la mayoría de ocasiones no dejan de ser más que la lectura de unos folios repletos de contradicciones.
Y precisamente esto es lo que ha ocurrido también en las celebraciones de este año tanto en Eivissa, como en Formentera. En la Pitiusa mayor hemos podido escuchar las proclamas del Presidente del Consell reclamando del Govern una atención sanitaria digna, como eje central de su intervención. Pero su discurso empezó con algunas afirmaciones que podrían ser muy discutibles y que suenan contradictorias con la realidad. Es cierto que nuestro Estatut d'Autonomia propone un escenario de igualdad entre las cuatro islas, pero de eso a que realmente hoy podamos celebrar todos aquellos rasgos que nos unen como Comunidad, hay un larguísimo trecho.
Es cierto que en sanidad tenemos diversas carencias que urge resolver y para lo que habrá que poner toda la carne en el asador, ya que es en las Pitiusas donde más problemas está sufriendo este sector sanitario y con situaciones críticas muy específicas. Ahora bien que sea un Presidente del PP quien ponga el grito en el cielo, no deja de ser curioso si nos fijamos en la política sanitaria de recortes y privatizaciones que su propio partido practica en aquellos territorios en los que gobierna.
Por otro lado tenemos la que en este caso sí es justísima reivindicación de reformar la representación parlamentaria de cada una de las islas, ya que tanto Eivissa, como Formentera salen claramente desfavorecidas con la actual. Ahora bien, es este un caso que tan solo preocupa a nuestras Pitiusas, ya que ni Mallorca ni Menorca tienen la menor intención de abrir este melón. Y quiero dejar claro que este agravio es totalmente independiente del color político del Gobierno Autonómico que haya en Palma. Ni la derecha, ni la izquierda tienen la menor intención de ponerse a negociar la representatividad de cada isla.
También cabe resaltar las contradicciones existentes en el discurso de la Presidenta de Formentera, cuya intervención se centro en dos puntos fundamentales; la necesidad de frenar el crecimiento desbocado y la de resolver cuanto antes el grave problema de la vivienda que sufre la Pitiusa menor. En ambos casos se ha criticado por parte de su actual máxima dirigente una cierta inactividad o falta de capacidad de reacción en los años anteriores. Parece olvidar que en los años anteriores, tanto su propio partido, como sus socios de GxF han tenido diversos grados de responsabilidad en la gestión de la isla; por lo tanto también han sido parte de esa inactividad.
En lo que al rechazo a continuar creciendo se refiere, no hay que olvidar que el modelo de sociedad que se quiera, está en manos del gobierno insular que ella preside. Que decisiones tomadas conjuntamente por los dos partidos del gobierno actual, como el pliego de condiciones del concurso para la nueva adjudicación de los chiringuitos de playa, que tanta polémica han suscitado, son cuestiones que avanzan más en la línea del crecimiento, que en el de la moderación. Y por supuesto inciden en el desequilibrio social.
Lo mismo ocurre con la vivienda, ya que parece olvidarse de quién tiene las competencias en esta materia y por tanto quién tiene más posibilidades de tomar medidas para atajar la problemática. Hay que recordarle que fue precisamente el actual Govern Balear, el que decidió cerrar en 2016, la oficina existente para gestionar todo lo relacionado con la vivienda y, ni su partido en la isla, ni sus socios de GxF, movieron un solo dedo para evitar ese cierre.
Las reivindicaciones de hermandad están muy bien, pero lo principal no es solo incluirlas en un discurso puntual, requieren de una correcta gestión durante todo el año.