Las declaraciones del presidente de Balearia mostrando su anhelo por recuperar la ruta Denia-San Antonio son comprensibles de su punto de vista empresarial, o sea su propio bolsillo, pero tal conexión supondría un desastre medioambiental para la bahía de Portmany; también una traición a los que luchan por recuperar la mejor zona geográfica de Baleares. La bahía se está recuperando de los excesos de unos ferrys muy perjudiciales para su entorno, como tantos estudios han demostrado y miles de bañistas comprueban. Nadie duda que tales ferrys cumplen una labor fundamental en las comunicaciones con la península y para eso tienen el puerto de Ibiza, de diferentes características y debidamente acondicionado. Reabrir su conexión con San Antonio sería algo peor que un crimen, sería una estupidez.
A estas alturas turísticas sabemos que es necesario poner límites a la codicia para seguir siendo destino de éxito. Nadie quiere un segundo aeropuerto, hay debate en todas las fuerzas políticas sobre la entrada de vehículos y el riesgo de masificación, control de fondeos, etcétera. Cuestión de sentido común: así paramos el delirio de las prospecciones petrolíferas que algunos untados ministros defendían como interés nacional.
Tal ruta acabaría con las cada vez más reales esperanzas de resurrección de un pueblo de San Antonio que solo puede mejorar y cuya baza ganadora es la bahía esplendorosa. Y resulta extraño (por allí resopla la cuestión del interés) cómo algunos demonizan al Club Náutico, cuando cumple una labor social magnífica. Cuesta creer que, honestamente, prefieran ferrys y camiones antes que embarcaciones de navegación recreativa que sí revitalizan todo el año.