El aeropuerto de Ibiza se ha convertido en uno de los ejemplos más palmarios de negligencia. Asume una demanda excesiva que sólo obedece al interés económico de AENA, lo cual revierte en un servicio deficiente a los pasajeros que sufren la demostrada inoperancia de su directora, Marta Torres Puyales. Retrasos, overbooking y una imagen tercermundista que contrasta con el supuesto lujo que empresas y administraciones intentan vender al exterior, esa es la realidad de un aeropuerto cuya gestión ha sido polémica desde que en 2018 la todavía directora asumiera el cargo. Llama la atención que AENA mantenga en su puesto a alguien que ha demostrado de modo tan evidente no reunir las capacidades necesarias para asumir el control de un aeropuerto como el de Es Codolar.
Pero si la gestión interna produce bochorno, por fuera no está mejor, dado que el parking del aeropuerto raya lo insultante. Torres Puyales parece esforzarse para que ni un solo servicio del aeropuerto funcione. Además de tener una señalización tan caótica como errática, como desconcertante, a los dos parkings de larga estancia que hay (en realidad sólo uno), se les suma la deplorable situación en la que se encuentran. Un destino con el tráfico aéreo de Ibiza no puede ofrecer una bienvenida más vergonzante a los visitantes y a los residentes que sufrimos esta negligencia durante todo el año. Los únicos beneficiados por esta gestión ignominiosa son las arcas de AENA. Con precios abusivos, instalaciones decadentes y asumiendo una carga para la que no están capacitados, el de Ibiza pugna por ser el más caótico de Europa. El hastío de los residentes es un clamor que no parece tener visos de ser atendido por los oídos sordos de los responsables embotados por un suculento sueldo que no merecen.