Ahora que ya tengo su atención, me dispongo a escribir sobre algo que realmente sí les afecta. Más allá de la teatralización y la sobreactuación de la que se alimentan estos días las redes sociales y los medios faltos de verdaderas noticias, estamos a final de agosto, lo cual nos permite tener las primeras impresiones de la temporada. Es especialmente llamativo el papel de los jóvenes en el mercado laboral de las Pitiusas durante el periodo estival, dado que su presencia no es sólo notoria en el sector hostelero sino que constituye un reclamo de doble filo.
La escasez de profesionales cualificados ha tenido como resultado no sólo un empeoramiento del servicio que se ofrece a nuestros visitantes, sino que la otra cara de la moneda es la mejora de las condiciones salariales de aquellos que sí tienen una solución habitacional y se pueden permitir el «lujo» trabajar en Ibiza. No es difícil encontrar camareros que cobran más que un médico, lo cual puede inducir a confusión a muchos jóvenes que renuncian a sus estudios para abandonarse a la temporalidad. Es aquí dónde administraciones y familias deben hacer un esfuerzo en materia de orientación no para que nuestros jóvenes se dediquen a otra cosa, sino para que se formen y entiendan que tener estudios es un patrimonio intelectual que nadie les podrá expropiar y que siempre tendrán a su disposición independientemente de los vaivenes de la coyuntura económica.
Es un peligro abandonarse a la hybris del dinero y las suculentas nóminas porque ello supone renunciar a la seguridad y el conocimiento que ofrece una titulación académica. De lo contrario, nuestros jóvenes podrían acabar como algún seleccionador de fútbol incapaz de articular dos frases subordinadas en las que no demuestre su escasa solvencia intelectual.