El 8 de octubre de 2017 un millón de catalanes se echaron a las calles de Barcelona para gritar un rotundo ‘basta ya' a la locura totalitaria en la que nos estaba metiendo el separatismo liderado por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El mensaje lanzado por Felipe VI cinco días antes y solo 48 después del referéndum ilegal había dado más que esperanza a todos aquellos que, además de catalanes, querían seguir siendo españoles. La mayoría de los que viven en Cataluña. A la vez, el Estado orquestaba todo lo necesario para afrontar la gravísima crisis abierta por los independentistas con su intentona golpista. El artículo 155 de la Constitución fue mínimamente aplicado (Pedro Sánchez prefería la Ley de Seguridad Nacional, mucho más dura). Algunos de los que hoy presumen de independentistas de pura cepa acataron sin protestar las órdenes de Madrid. La cárcel y el Supremo fueron, por mucho que se piense lo contrario, excelentes mitigadores del dislate.
Seis años más tarde, Sociedad Civil Catalana vuelve a convocar, en la misma fecha y en la misma ciudad, a todos los que no están, no estamos, dispuestos a tragar con el mesianismo de Sánchez y el delirio de Puigdemont. El lema será No en mi nombre. No en el meu nom. Porque no hay amnistía posible para quien lideró un intento de golpe de Estado desde posturas asquerosamente supremacistas. Y no, ya no tienen derecho a exigir un referéndum de autodeterminación cuando han demostrado que solo saben jugar con cartas marcadas.
Desgraciadamente, hoy no existe un Estado en el que confiar pues el PSOE y Sumar están dispuestos a todo con tal de mantenerse en el poder. A estas horas, el monarca ni está ni se le espera. Pero, en medio de la desesperanza, ha bastado un escueto tuit de Ayuso, ‘ahí estaré', para que todo vuelva a coger forma. Ahí estaremos, presidenta.