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El origen del problema

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Sigue el incesante goteo de responsables públicos manifestando la alarma que el gravísimo problema del acceso a una vivienda viene provocando a todos los niveles. Efectivamente estamos ante una situación realmente caótica que a diferencia de lo que venía ocurriendo hace algunos años, en los que los afectados eran un reducido número de personas sin sueldo ni ingresos, en la actualidad ya afecta de lleno incluso a los que tienen un trabajo y con ello un sueldo mensual.
Pero ciertamente, son muchos los que vienen aireando el problema, pero a día de hoy no se ha dado ni un solo paso en positivo que nos permita vislumbrar ni tan siquiera ese primer paso encaminado a la solución. Sinceramente no parece que se sea consciente de hasta dónde esta situación supone un auténtico conflicto social a gran escala. La debacle está extendida a buena parte del territorio nacional, pero los efectos de la misma se vienen ensañando con especial virulencia con nuestras islas de Eivissa y Formentera.
Ni tan siquiera la aparición de un fenómeno desconocido hasta la fecha en estas islas, como es el de los asentamientos ilegales en numerosos puntos de nuestro limitado territorio, parece haber servido para que los responsables políticos aparquen sus propios intereses de partido y se atrevan a trabajar todos en una misma dirección.
Llegados a este punto, creo que vale la pena intentar hacer un análisis del porqué se ha llegado a esta situación. El porqué se ha llegado a este punto, tendrá seguramente una explicación distinta en función del territorio donde se esté dando este problema. Y si nos ceñimos a nuestras islas, muy ciego tiene que estar quien no sea capaz de ver desde cuando viene ocurriendo algo tan grave.
Seguramente todos recordaremos los tiempos en que una buena o buenísima temporada turística, era aquella en que las instalaciones directamente construidas para acoger a nuestros visitantes durante sus vacaciones, es decir los hoteles, estaban prácticamente llenos durante la mayor parte del verano. En esa época, igual que ahora, una gran parte de los residentes en la isla, de forma directa o indirecta trabajaban en diversos tipos de negocio, vinculados todos ellos a esa industria turística. Del mismo modo y dado que las necesidades de personal para cubrir las plantillas de trabajadores eran muy grandes, se hacía necesaria la llegada de trabajadores de otros puntos del territorio nacional y así ocurría. La dinámica de esa industria turística era muy clara y efectiva para todos, tanto para empresarios como para trabajadores.
Ahora bien, llega un momento en que aparece en escena ese punto de avaricia que hace que siempre queramos más y más, con la única idea en la cabeza de obtener más ingresos y por tanto más beneficios. En ese punto, es cuando desde las administraciones se empiezan a legalizar las denominadas viviendas turísticas, con lo que el negocio alrededor del turismo se expande y al mismo tiempo se empieza a perder el control real del mismo, saltando de las instalaciones que específicamente estaban construidas para acoger a esos visitantes, al área puramente residencial.
No deja de ser un tanto absurdo, que al mismo tiempo que se empezaba a hablar de la necesidad de establecer moratorias en el crecimiento de las plazas hotelera, paralelamente se empezara a consentir que se cambiara el uso de las viviendas residenciales. En los inicios de ese proceso, saltaron algunas voces críticas que ponían en duda la viabilidad social de ese nuevo modelo, pero lo cierto es que tanto la derecha, manteniendo su idea única del libre mercado, lo veía bien y la izquierda, analizando solo la negativa repercusión política que oponerse a este nuevo modelo les podía suponer, acabaron unos y otros subiéndose al carro de la autorización de dicha actividad.
Como ocurre en tantas ocasiones en las que se acaban tomando decisiones poco acertadas y a las que se da escasa importancia, pero que acaban convirtiéndose en gravísimos errores, esta de autorizar alegremente y sin más el nuevo negocio del alquiler turístico de viviendas que fueron construidas para ser residenciales y pasaron a ser nuevas plazas turísticas, se ha convertido en una de las meteduras de pata más escandalosas de los últimos tiempos. Como dice el refranero, de aquellos polvos estos lodos.
Lo primero sí o sí ha de ser acabar con el negocio ilegal, ahora bien, para recuperar la estabilidad social, económica y comercial, no basta con acabar con la piratería; necesariamente habrá que aplicar también los recortes que sean necesarios en el sector reglado de viviendas vacacionales. Es imprescindible subsanar el error que los políticos cometieron hace años; hay que volver al orden y a la lógica, los turistas en los hoteles y las familias de residentes de todo el año y los trabajadores que necesitamos durante el verano, con sus viviendas dignas y a unos precios a los que los sueldos de todos ellos les permitan hacer frente. Hay que devolver la dignidad a la isla.

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