En la ceremonia en la que María Corina Machado recibió el Premio Nobel de la Paz por su compromiso con la libertad, por su defensa de la democracia y los derechos humanos frente al autoritarismo de Nicolás Maduro fue su hija quien tomó la palabra en su nombre. Sus palabras sonaron como un aviso y no fueron dirigidas únicamente a Venezuela. Su mensaje fue una advertencia global a todas las democracias que creen estar a salvo. Fue un aviso para no caer en la resignación cuando se produce el deterioro silencioso y programado de las democracias. Cuando la hija de María Corina Machado afirmó que «dimos por segura la democracia y nos la fueron quitando poco a poco», muchos entendimos que ninguna democracia, tampoco la nuestra, está completamente a salvo.
Y es que las democracias ya no suelen derrumbarse precipitadamente. Las democracias se socavan silenciosamente desde dentro, a través de un proceso que siempre sigue el mismo patrón.
El primer paso es perder el respeto por la ley, por el estado de derecho y considerar el control parlamentario como un incordio. Todo vale.
Después se degradan y vacían las instituciones. Siguen existiendo, pero se debilitan a conciencia desde el poder. Se apropian de los órganos de control, se desprecia el papel del Parlamento y se cuestiona la independencia judicial cuando las resoluciones son contrarias al criterio del Gobierno.
El último paso es la perversión del lenguaje. No para describir la realidad, sino para sustituirla. El lenguaje se convierte en una herramienta imprescindible de poder. No se llaman a las cosas por su nombre sino invierten el significado, recurren a eufemismos y practican un victimismo para presentarse como agredidos.
Pues bien, todas esas advertencias del discurso de la hija de María Corina Machado son perfectamente reconocibles en la España de hoy. El Gobierno de Pedro Sánchez está reduciendo la calidad democrática de nuestro país, también de forma lenta pero imparable, de forma discreta pero deliberada. Nos la están quintando «poco a poco».
Porque cuando Pedro Sánchez afirma que se puede gobernar sin el Parlamento nos está diciendo que el control parlamentario le sobra. Y cuando el poder se acostumbra a gobernar sin controles aparece la corrupción política.
Porque cuando Pedro Sánchez afirma que el fiscal general del Estado es inocente antes de que se pronuncien los tribunales está abusando de su posición institucional para anticipar un veredicto y para proteger a una figura que debería ser independiente. Se trata de una intromisión inaceptable en la separación de poderes.
Porque cuando se acusa a jueces de falta de imparcialidad y se habla de lawfare, se busca convertir la acción normal de la justicia en persecución política.
Y, por último, qué decir del uso del lenguaje. Se habla de «mayoría social» para legitimarse en el poder cuando carecen una mayoría electoral para gobernar. Se habla de «normalización democrática» para justificar el acercamiento a Bildu y a Puigdemont, y para blanquear los indultos y la amnistía a quienes quebraron el orden constitucional desde Cataluña. Palabras amables para realidades incómodas.
Nada de todo esto es casualidad. Se trata del mismo método que la hija de María Corina Machado describía: gobernar sin Parlamento, desacreditar el control democrático, apropiarse de instituciones que deberían ser neutrales y retorcer el lenguaje para que el abuso parezca normal. Es la degradación democrática en estado puro.
Eso es, precisamente, lo que advertía aquel discurso. Nos recordaba que la democracia no se pierde de golpe, sino que se pierde cuando los que nos gobiernan logran convencer a la sociedad de que los límites estorban, de que el control es un obstáculo y que rendir cuentas no es necesario.
Y hoy, en España, esa misma forma de gobernar constituye una amenaza potencial que nace del propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Cuando la hija de María Corina Machado dijo que «cuando comprendimos cuán frágiles se habían vuelto nuestras instituciones, ya era tarde», no hablaba solo de Venezuela. Hablaba de todas las democracias que creyeron que estaban a salvo.