La llegada de los meses de enero y febrero suele marcar el inicio de la temporada de las «calçotadas», una comida insignia y muy preciada en Cataluña que también se consume mucho en Ibiza. Aunque en noviembre ya pueden verse los primeros calçots, una clase de cebolla tierna y más suave de lo normal, lo ideal es consumirlos entre los meses de enero y marzo ya que están en su época óptima. «Se suelen cultivar a finales de año y la recolecta se extiende hasta los meses de enero a marzo», señaló uno de los trabajadores de ‘Fruita i Camp', uno de los puestos que alberga el Mercat Nou de Vila.
El «truco» está en la salsa
En las últimas semanas, muchos puestos de frutas y verduras locales ven como muchos clientes se hacen con este producto, que puede valer entre 9 y 12 euros el manojo de 25 unidades. «Un invierno sin calçotada no es lo mismo», aseguró entre risas Alex, un joven ibicenco con raíces catalanas. En este sentido, la manera más popular de consumir este alimento es a la brasa. Aunque, tal y como asegura el joven, el «truco» está en acompañarlo con una buena salsa romesco, hecha a base de ajo, tomate, ñoras, almendras y avellanas. «Una salsa casera hace la diferencia en una buena calçotada», puntualizó.
Asimismo, además de los calçots, la remolacha también adquiere su época óptima de consumo al acercarse la llegada de la primavera. Este característica verdura consumida principalmente en el Mediterráneo posee numerosos beneficios para la salud, siendo una fuente vitamina C, potasio, magnesio y hierro, entre otros.
Aunque lo cierto es que su consumo es un misterio para muchas personas, hay otras que tienen la «técnica perfecta» para incluirla en sus dietas. Es el caso de Sonia, que desde hace un tiempo opta por consumirlas en forma de chips crujientes. «Basta con cortarlas en láminas, teniendo cuidado con no mancharte, y ponerlas al horno con aceite, romero y sal durante 40 o 50 minutos», explicó.