La fase 3 de la desescalada ha convertido Formentera en el principal foco de atención de aquellos que desean disfrutar de unas pequeñas vacaciones o una escapada de fin de semana. El puerto de Vila presentó ayer una estampa inusual desde que se decretó el estado de alarma, pero habitual en tiempos precoronavirus. Decenas y decenas de personas, varias de ellos sin mascarilla y haciendo caso omiso a la distancia de seguridad, desfilaron a lo largo del día para obtener un billete hacia la pitiusa sur, pasar el control y embarcar hacia ese atractivo turístico en busca de la normalidad perdida.
Tanta gente había que los retrasos en las salidas de los barcos fueron continuos. Sin ir más lejos, el de Baleària de las 11.00 horas zarpó media hora más tarde debido al constante goteo de turistas, la mayoría de procedencia mallorquina. Las colas, por momentos, llamaban la atención por su extensión, tanto para sacar el tique como para pasar por el control sanitario de toma de temperatura.
Algunos tomaron el ferry para simplemente pasar el día y otros, para permanecer, al menos, el fin de semana en la isla formenterense. Este último es el caso de Marina y Carlos, buenos conocedores de la pitiusa sur tras haberla visitado «varias veces». «Apetecía volver», comentó la primera, que quiso dejar constancia de que el proceso total para acabar subiendo al barco «está bastante mal montado». Y no le faltaba razón, pues varios carecían de mascarilla y las distancia de seguridad no se mantuvo en ninguna cola, llamando mucho la atención la cercanía de pasajeros en el punto de control sanitario. «Nosotros venimos de Palma y no tiene mucho sentido tener que volver a pasar las mismas colas», agregó, en referencia a los controles de temperatura y cumplimentación de un formulario en el que se debe certificar «no haber tomado medicación, tenido fiebre o tos, síntomas típicos de la COVID-19».
Hasta algunos residentes en Formentera como Raimundo, su mujer e hija se han sentido «sorprendidos» por el panorama de ayer. «Somos mallorquines, pero vivimos en Formentera, y nos hemos encontrado con el problema de intentar llegar. Fuimos a Mallorca a cuidar de la madre de mi mujer y, ahora, estamos intentando volver a casa. No esperábamos esto así. No habíamos comprado billete porque en estos días anteriores no hubo problemas para subir y normalmente pagábamos en el barco, pero, de repente, nos hemos encontrado con esto y ya hemos perdido dos barcos. Tenemos que esperar al de las 13.30», indicó Raimundo.
Entre tanto turista se encontraba una mujer, Martina, procedente de Mallorca cuyo viaje no era de placer. Su desplazamiento hacia la pitiusa sur se debía a una operación a la que se debía someter su gato, llamado Mako y con siete años de vida. «En Mallorca cuesta unos 700 euros la operación y aquí algo más de 100. Yo vivía antes en Formentera y lo traigo aquí para curarlo», explicó Martina, una viajera más, aunque por otra causa, hacia un paraíso llamado Formentera.