Nando Bayón (Sant Josep, Ibiza, 1997) nació en una familia de trabajadores en los ahora tristemente famosos Apartamentos Don Pepe de Sant Josep. Su joven vocación no es nada habitual en los tiempos que corren y su discurso parece el de alguien mucho más maduro. El nuevo párroco de Sant Francesc y la Mola está en sintonía con el nuevo aire que ha dado a la Iglesia el Papa Francisco.
-¿Cómo se acerca usted a la fe católica?
-Todo empieza con mi abuela. Ella me inculcó la fe, es mi madrina y se encargó de que me bautizase y de la primera comunión. Después de la primera comunión no quise saber nada de la Iglesia hasta que una chica me encandiló y me invitó a ir a los campamentos júnior de la parroquia de Sant Jordi. Allí encontré un hogar, un lugar donde era feliz, podía ser yo, no me sentía juzgado y el Señor se sirvió de eso.
-¿Cómo se prepara uno para ser sacerdote?
-Estuve 11 años en el seminario, tanto en el seminario menor, primero en Xàtiva (Valencia) después en Moncada (Valencia) hasta la etapa de diaconado en la parroquia de Santa Cruz (Ibiza) donde he estado una año. El pasado 2 de octubre, don Antonio Cañizares, nuestro arzobispo, me ordenó sacerdote con permiso de don Vicente Ribas, que ahora es nuestro obispo electo. Una vez ordenado, don Vicente pensó en mí para venir a Formentera y sustituir a Miguel Ángel Riera, que después de 13 años cambia de parroquia.
-¿Qué vínculos tenía usted con Formentera antes de ser el sacerdote de la isla?
-El vínculo era Miguel Ángel Riera; ya le conocía de antes de entrar en el seminario, de los campamentos júnior y también en los campamentos he conocido a varios jóvenes de la isla que son maravillosos y con los que he compartido muchas vivencias, llantos, alegrías, juegos y oraciones y todo eso nos ha unido mucho, con lo que tengo muy buenos amigos aquí.
-Acaba usted de llegar. ¿Qué tal se ha encontrado la parroquia? ¿Cómo le han recibido los feligreses?
-Los feligreses de Formentera son muy acogedores. Me han acogido con un cariño exquisito; se han ofrecido para cualquier cosa que necesite. Todo es muy cercano en Formentera, la gente se ha entregado. Las monjas del Verbo Encarnado también se han ofrecido y, la verdad, que hacen una gran labor. María, que está aquí ayudándome gracias al Consell, Carmen que también es un gran apoyo para la parroquia. Hasta los obreros se han ofrecido para lo que necesite.
Estamos ya organizado las fiestas de Sant Francesc, así que a pesar de los pocos días que llevo aquí, me siento como en casa.
-Sus padres son católicos, sin ser especialmente practicantes. ¿Qué piensan de su vocación?
-Al principio, cuando les dije que quería entrar en el seminario, reaccionaron con mucho miedo. Yo era muy joven, tenía 12 años y pensaban que no lo acabaría. Según pasaron los años se sentían orgullosos de que estuviese haciendo lo que me hacía feliz y lo que el Señor quería para mi vida. Y, una vez ordenado sacerdote, ha sido para ellos una alegría inmensa.
-¿Y que piensan de que le envíen a Formentera?
-Bueno, después de 11 años en el seminario en Valencia, he estado un año en Santa Cruz y justo después me vuelven a enviar fuera; eso les ha chafado un poco. Pero realmente están muy contentos y van a venir los fines de semana a verme.
-Es usted un párroco muy joven, es muy poco habitual que en nuestro país haya vocaciones tan tempranas. De hecho, la falta de sacerdotes es manifiesta desde hace décadas, ¿a qué lo atribuye?
-Hay muchos motivos. La sociedad avanza a una velocidad de vértigo, que nos impide pensar en lo que estamos haciendo y en lo que el Señor nos pide. Los compañeros del seminario que lo han dejado no han sido por falta de vocación o por falta de fe sino que ha sido por problemas familiares u otros motivos. También hemos tenido una generación en la que no parece atractivo ser sacerdote; muchos piensan en ser futbolista y cobrar 50 millones al año o en ser piloto de Fórmula 1 y ser sacerdote es servir a los demás y a mí me hace muy feliz.