Bartolo Ferrer (Sa Penya, 1943) creció en la Ibiza de los años 40, unos años en los que, como él mismo recuerda, «no había ningún tipo de abundancia». Su vida laboral comenzó como tendero en tiendas tan tradicionales de aquella época como Can Busquets, Can Burgus o Can Xinxo para terminarla como encargado de mantenimiento en el apart-hotel Garbí tras la eclosión del turismo en la isla.
—¿Dónde nació usted?
—Nací en Sa Penya de antes. Mis padres eran Maria de Ca s'Hereva y Toni de Ca Sa Llopia. Yo soy el único hijo varón que tuvieron, tuve tres hermanas mayores y las tres acabaron haciéndose monjas, aunque una de ellas acabó saliéndose.
—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi madre se ocupaba de la casa y de sus hijos. Mi padre era patrón de barco. Llevaba pailebots como el ‘Verdera' o el ‘Mariano Riquer'. Era una época en la que no había ningún tipo de abundancia. Sin embargo, en casa no pasamos hambre, eso sí: tampoco os creáis que comíamos caliente cada día. Con un trozo de pan y sobrassada, ‘greix vermell' o queso nos apañábamos. Podría decirse que no soplé una cuchara hasta que hice la mili (ríe).
—¿Qué hacía un niño como usted en la Ibiza de aquellos años?
—Jugar con los otros niños del barrio a cualquier cosa: canicas, la ‘piola' a hacer bailar las ‘baldufes'… Jugaba también a fútbol, sigo siendo muy aficionado y muy del Madrid. De niño jugaba en el equipo de fútbol que organizó el padre Morey: el Mediterráneo. Por las mañanas me encargaba de ir casa por casa, empezando por la de Juanito de Can Alfredo o la de Vicent, ‘el Foncho', para despertarles e ir todos a entrenar puntualmente. Si no, se quedaban dormidos y no entrenaban (ríe)
—¿Iba al colegio?
—Sí. El primer colegio al que fui fue al de las monjas de San Vicente de Paul, aunque después estuve yendo con Don Ernesto, que daba clases en el Perira. Luego fui al instituto, en Dalt Vila, pero no era buen estudiante. En realidad lo que no tenía era buena memoria y antes las lecciones se aprendían de memoria. Se lo reconocí a mi madre y dejé los estudios.
—¿Qué hizo al dejar el instituto?
—Ponerme a trabajar, claro. Empecé trabajando en una tienda de ropa, Can Busquets, donde había estado trabajando antes Gabrielet, el artista. Delante estaba la tienda de Can Burgus y, cuando vieron como trabajaba, vinieron a buscarme. Me ofrecieron mejor sueldo y, además, un porcentaje de lo que vendiera, así que acepté. Cuando terminé el servicio militar volví a hacer el mismo recorrido: primero trabajé en Can Busquets y volví a Can Burgus un tiempo después.
—¿Trabajó siempre como tendero?
—Sí, pero en distintos lugares. Cuando Pedro ‘Xinxó' montó Almacenes Tur en Isidoro Macabich, me quedé con su tienda desde el 81 hasta el 88. Ese año vino a buscarme un familiar político para ofrecerme trabajar en los apartamentos de Bartolo Palau, delante de la bolera. Los apartamentos Garbí. Allí estuve hasta que cumplí 64 años y me jubilé.
—Me ha hablado de su familiar político. Eso significa que estaba casado.
—Así es. Me casé con una Josefina guapísima que se llamaba Maria. El convite de la boda lo celebramos en la Casa de la Iglesia y nos lo preparó Joan, de Can Alfredo. Tuvimos a nuestro hijo, Jesús. Al casarnos nos fuimos a vivir a la calle Juan de Austria, donde Tolo Darder tenía su tienda de ropa masculina. Cuando mis suegros se hicieron mayores nos mudamos a un piso encima de la Gestoría Serra, donde sigo viviendo a día de hoy.
—¿Cuál era su trabajo en los apartamentos Garbí?
—Allí hacía de señor, de criado, de barrendero, de amo de llaves y de lo que hiciera falta. Estaba yo solo para hacer cualquier cosa durante 15 o 16 años, mientras fue un ‘apart-hotel'. Menos mal que me jubilé justo antes de que lo convirtieran en hotel, porque no tengo ni idea de dónde me hubieran colocado cuando terminaron la obra.
—¿A qué se ha dedicado desde entonces?
—A hacer nada (ríe). A hacer la compra, ver el fútbol y poca cosa más. A vivir, vamos.