Joan se considera un «estudiante normal», pero su media (que ronda el notable cuando, como él se encarga de matizar, «aprobar en ingeniería ya es una buena nota») y la calificación de matrícula de honor obtenida por su proyecto de fin de carrera, no se corresponden a esta definición.
Sin duda la sencillez es una característica que se podría deducir del trato cotidiano, en una charla o al verlo pasear por la calle pero sus méritos académicos han logrado que los últimos días «me haya convertido en una estrella», en referencia a la atención que le han prestado los medios.
Tal vez, el baremo con el que se mide es demasiado alto. El año pasado su hermano consiguió el Premio del Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones que en esta ocasión ha recogido él. El acto fue el viernes 26 en Palma y allí coincidió con el conseller Antoni Rami, «una de las primeras personas en felicitarme», aunque su esfuerzo a lo largo de cuatro años no es fácil de resumir con un galardón: «sin duda es un reconocimiento a un duro trabajo».
La etapa de universidad se sintetiza con un «tenía muy claro que iba a por todas. Además, yo trabajaba durante el verano por lo que no contaba con septiembre. Mis opciones se limitaban a junio». Una dificultad añadida para lo que se sometía a un estricto autocontrol: «el horario era estudiar, comer y dormir». Las novatadas, juergas o las fiestas propias de los jóvenes de su edad, quedaban aún lado, pese a lo cual no considera «haberse perdido nada. Cada uno ha de saber lo que quiere y como conseguirlo».
Joan costeó sus clases con becas del Consell y con prácticas en la época estival, «mi madre es viuda y las ayudas no son suficientes». Es el pequeño de tres hijos y gemelo de una chica, de los cuales, lógicamente, su madre se siente «muy orgullosa».