S ant Jordi desfiló ayer entre espectadores muy especiales que representaban a un amplio elenco de procedencias. Nacionales y extranjeros formaron un curioso público para conmemorar el día grande de la localidad ibicenca, llenando las calles de banderas de mil colores.
Celia, Silvia, Sonia, Almudena, Esmeralda, Natalia, Cristina o Lorena, componentes del grupo conquense de «Pedroñeras», vivieron entusiasmadas la jornada de un municipio muy diferente al manchego. Contrarrestando los ojos cansados de los vecinos, su visión de las celebraciones suponían un soplo de aire fresco en una tradición que, pese a la antigüedad, continúa plena de significado para los habitantes del municipio.
No había caballitos, casetas, ajos, ni pisos bajos. Encontraron mar, orelletes, procesiones, adornos florales, exposiciones y hasta una cabalgata de carros, que impidieron que extrañaran las tierras del interior. Aunque ninguno de los cuarenta y cinco componentes del grupo folclórico sobrepasa los veinte años, sus coquetonas, repiqueteos o salir el sol, han sido bailadas por gran parte de España (Salou, Galicia, Palma) e incluso Portugal. Pero, en las comparaciones, no dudan en afirmar al unísono que «Eivissa es lo más bonito que hemos visto». Su agradecimiento lo mostraron con danzas, tras el paseíllo del patrón por las calles, en sendas actuaciones de mañana y tarde.
Pero las miradas novedosas, aunque de índole muy distinto, no terminaron ahí: los miembros de la Operació Enyorança aportaron la emoción de un recuerdo que ha tardado, en el caso de José Roura, veinte años en hacerse realidad. Proveniente de Argentina, concretamente de Santa Fe, se mostró encantado, según sus palabras: «Con el estado actual de una tierra que llevo siempre en mi corazón».