La falta de determinados tratamientos de atención a enfermos en Menorca, Eivissa y Formentera obliga a muchas familias a trasladarse a Mallorca. Se trata de que los enfermos reciban el servicio técnico y asistencial que no pueden obtener en el resto de las islas del archipiélago. Durante el tiempo que dura el tratamiento, muchas de estas familias pasan su estancia en la residencia Casal Balear, inaugurada hace ya un año con el objetivo de acoger a familiares de enfermos desplazados de su lugar habitual de residencia.
Un grupo de 12 voluntarios se encarga del mantenimiento del Casal bajo la coordinación de la delegada diocesana de Pastoral de la Salud, Esperanza Florit. En un año de vida ya han sido acogidas un centenar de personas. «Aquí viven como en familia. Las voluntarias atendemos las labores que conlleva una casa y les damos apoyo emocional. Están lejos de sus hogares e intentamos suplir esa carencia. También vamos al hospital de Son Dureta a visitar a los enfermos», explicó Florit.
La idea de crear la residencia surgió porque «íbamos a visitar a enfermos de Menorca i Eivissa a los hospitales y nos contaban sus problemas. Los familiares apenas podían cambiarse de ropa, o dormir en buenas condiciones. Eso nos preocupó y decidimos hacer algo». Las familias «tienen su habitación y una cocina donde se preparan sus comidas. Nosotras limpiamos las habitaciones y la casa, el resto lo hacen ellos mismos», añadió una de las voluntarias.
Estos días el Casal Balear está al completo. Sus 11 habitaciones están ocupadas por enfermos y familiares. Es el caso, por ejemplo, de María Rosselló Torres, que se trasladó desde Eivissa para recibir un tratamiento de recuperación en Son Dureta. Los fines de semana los enfermos y sus familiares se trasladan a sus hogares. María apuntó que la Seguridad Social paga «los billetes de avión para ir a nuestras casas, y nos abona 400 pesetas diarias para dietas, que cobramos cuando ha terminado el tratamiento, al cabo de 6 meses o un año».