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De vestigio de huracán a reclamo de un gimnasio

El logotipo del Universal Taekwondo Center de Miami, superviviente del Huracán Andrew, corona el tatami del Gimnasio Choy Fernández

Enrique Fernández posa con el logotipo del 'Universal Taekwondo Center'. Foto: K.TABERNER.

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«Lo busqué entre los escombros de lo que supuestamente quedaba de mi gimnasio en la calle Sunset 72 de Miami y me lo traje. Fue lo único que se salvó de mi negocio allí en 1992, tras el paso del Huracán Andrew». Estas palabras resumen a groso modo la historia que esconde el logotipo que preside el tatami del Gimnasio Choy Fernández de Eivissa y que a simple vista no parece ser más que la imagen del mismo y de la filosofía que encierra este centro deportivo regentado por Enrique Fernández Ortiz: «Pienso que cada club tiene un emblema y en el caso del mío es el puño como parte fundamental de las técnicas del taekwondo», aclara.

Pero lejos de la filosofía, este emblema en concreto, agrietado, «que ha permanecido guardado hasta el año pasado» y al que le falta alguna parte, esconde toda una historia detrás en la que el protagonismo se lo lleva la destrucción y la supervivencia, en este caso provocada por el fenómeno del Andrews, que a su paso por Miami «nos dejó sin nada a mí a mi familia», comenta Enrique Fernández.

Este deportista especializado en artes marciales de 51 años narra que durante su estancia en Miami, entre 1990 y 1993, «monté un gimnasio, el 'Universal Taekwondo Center' en el centro de la ciudad en el que invertí alrededor de 12'5 millones de pesetas» y en el que impartía, al igual que aquí, clases de taekwondo y otras artes marciales a cerca de 200 alumnos y que también disponía de una consulta de quiropraxia.

«Mi estancia en Estados Unidos fue muy rápida, al igual que los huracanes», bromea Fernández, «el 23 de agosto del 92 los medios de comunicación alertaron del peligro del huracán y nos encerramos en casa mi mujer, mis tres hijos. Entre las 23'00 horas del día 23 y las 07'00 del día 24 se fue todo abajo: tendidos eléctricos, edificios, negocios... Incluido el mío. Pero a pesar de haber quedado con las manos vacías tengo un gran recuerdo de mi estancia en Miami porque acepto la vida tal y como viene. Y no me sentí triste. Sí solo, porque quedarte sin nada es muy fuerte», recuerda.

Contrariamente a lo que muchos supervivientes de catástrofes o fenómenos naturales cuentan, que afirman que en sus vidas hay un antes y un después del desastre, Enrique Fenrnández afirma que «el Andrews no me ha dejado huella porque acepto la vida tal y como viene, y las cosas son como son, no hay que darles vueltas».

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