«Estoy muy contento, esta huelga ha sido todo un éxito». Este era el balance de los tres días de huelga del transporte discrecional que efectuaba ayer el secretario general de Comisiones Obreras (CC OO), José Antonio Carmona , quien se ha mantenido en pie junto a los huelguistas las 72 horas, dedicando sólo cuatro a dormir (dos de ellas en el asiento trasero de un coche). «Nadie pensaba -añadió- que la huelga iba atener este resultado. Las consecuencias están ahora por ver, pero ha quedado claro que nuestra obsesión no era el dinero, sino unas condiciones de trabajo dignas». El secretario general de UGT, Diego Ruiz, coincidió con Carmona en el éxito de la convocatoria.
Quien no dudó ayer en descalificar a los sindicalistas fue el presidente de los hoteleros pitiusos, Joan Bufí. Por la mañana, se enfrentó dialécticamente a los piquetes, a los que instó a demostrar «que los españoles son gente civilizada» y a ser más limpios (a pesar de que los huelguistas recogieron toda la basura de los alrededores). Bufí también arremetió contra Carmona, contra el que personalizó la acusación de no haber cedido al ruego de los empresarios de que se permitiera el paso de tres autocares para transportar a niños, ancianos, enfermos e inválidos. El representante de los hoteleros también culpó a la huelga de la masiva anulación de reservas que se está produciendo para el mes de julio, especialmente las contrataciones de última hora, que, según sus datos, ronda el 15 o el 20 por ciento.
Los empresarios del transporte discrecional se reunieron por la tarde con las agencias de viaje, los touroperadores, los responsables del orden público, los hoteleros, el director del aeropuerto y el conseller de Turisme, Josep Marí Ribas (que asistió «testimonialmente»), con el objeto de exculparse de la retirada de autobuses del servicio, pese a las garantías de protección ofrecidas por la Delegación del Gobierno. Según argumentan los empresarios del sector en una carta remitida a Catalina Cirer, delegada del Gobierno en Balears, y a Francesc Antich,presidente del Govern, los huelguistas amedrentaron con coacciones a los chóferes dispuestos a trabajar, lo que impidió que se cumplieran los servicios mínimos.