Desde hace unos 20 años Sabrina Filacchione conoce Eivissa y Formentera, y hace una década que vuelve cada agosto para descansar de la tensión que arrastra durante el año como responsable de las relaciones internacionales de la Federación Italiana de Fútbol. Habla seis idiomas y tiene un fuerte carácter, condición muy útil para moverse con autoridad y soltura por un mundo tan machista como el del fútbol. Pero también sabe ser tierna, amable y amistosa cuando la ocasión lo requiere, cuando alguien conquista su confianza. Así le ha pasado con Gaizka Mendieta, ayer capitán del Valencia y hoy militando en las filas de la Lazio romana, precisamente en su equipo.
Una amistad reciente, pero firme y con un regalo por medio que Sabrina no vendería «por nada del mundo». Nada menos que la camiseta que sudó Mendieta en la final de la Champions League, disputada en Milán el pasado mayo frente al Bayern de Munich. «No es profesional llorar, pero después de una final perdida de esa manera, me parece permitido. Y sí, me harté de llorar en el vestuario. Luego estuve esperándole, a él y a Ayala, que fueron los elegidos para el control del doping, hasta las tres de la mañana. Cuando le acompañé al hotel le dije lo que me habría gustado tener su camiseta, y le pareció muy bien; la sacó de la bolsa y me la dio. Estaba sudada, claro, pero olía muy bien, a Ralph Lauren. Me hizo muy feliz con un regalo tan maravilloso», recordó.
Y es que para Sabrina Filacchione, Mendieta es un rara avis en el fútbol. «Trabajo hace 15 años con este deporte y he visto a muchos campeones, pero Gaizka es especial, todo un caballero, tanto dentro como fuera del campo. Por su categoría, humana y profesional, lo podría comparar si acaso con un grande del fútbol italiano, Roberto Baggio». Un caballero que defiende ahora sus colores. «Estoy contenta, claro, de que esté en la Lazio, aunque mi equipo se haya debilitado mucho al vender otros jugadores importantes para tenerle a él. Lo que pasa es que identifico más a Mendieta con el fútbol español; él quería quedarse aquí, eventualmente en el Madrid, el número uno, pero en Valencia habría habido una guerra si se va a un equipo español.
Personalmente, le recomendé que fuera al Milán, porque es un club más serio y va mejor con su personalidad. Roma es una ciudad muy loca, y todo va bien mientras no pierdas un partido. Los aficionados pueden pasar del amor al odio en un momento, sólo depende del resultado», siguió relatando Filacchione a este periódico. Y un deseo para su ya buen amigo: «Espero que con su inteligencia y preparación se integre bien, con pocas palabras y muchos hechos que demuestren el gran jugador, el gran campeón que es».