AGENCIAS - LONDRES
Hace cinco años, tras la muerte accidental de Diana en París el 31
de agosto de 1997, la familia real vivió su mayor crisis desde la
guerra. De un lado, un pueblo desconsolado, millones de británicos
cubrieron literalmente de flores la residencia de la princesa
fallecida y lloraron en sus funerales. Del otro, una reina
silenciosa, encerrada con su familia en el castillo de Escocia en
el que pasaba sus vacaciones, y que dio la impresión de no
comprender en absoluto el pesar de su pueblo.
Muchos consideraron entonces que los Windsor no tenían futuro. El 72% de los británicos consideraba que la reina Isabel había «perdido el contacto» con su pueblo, y sólo 42% de ellos manifestaba el deseo de que reinase hasta su muerte. Cinco años después, la familia real sacó las enseñanzas necesarias de ese episodio y se inspiró del ejemplo de Diana para mostrarse más moderna, más humana y más accesible.
Sobre todo el príncipe Carlos, que fue criticado a menudo por su rigidez y cuyo matrimonio con Diana dio de él una imagen poco favorable, y que despliega desde hace meses, siguiendo los consejos de un hábil experto en comunicación, esfuerzos evidentes para tratar de reconquistar la simpatía del público. Además, a los 76 años, Isabel II recibió por su 50 jubileo un homenaje popular sin precedentes desde hacía una docena de años.