EVA ESTÉVEZ
El recinto ferial acogió ayer una concentración histórica en el
mundo canino local. La Associació de Criadors des Ca Eivissenc
había convocado a principios de la semana pasada un examen canino
dirigido por dos jueces de la Real Sociedad Canina abierto a todos
los propietarios y criadores de ca eivissenc de las Pitiüses con la
intención de legalizar la situación de los canes de esta raza
autóctona que, paradójicamente, a pesar de haber nacido en el lugar
del que es originaria, hasta ayer no disponían de documentación que
demostrase la autenticidad de sus ejemplares.
Desde las 9'30 hasta las 15'45 horas por el recinto ferial desfilaron un total de 409 ejemplares de ca eivissenc para pasar un estudio morfológico llevado a cabo por Jaime Veral y Miguel Gil, jueces de la Real Sociedad Canina, especialistas de esta raza. De todos los perros que acudieron al examen, 120 obtuvieron los papeles y pasaron a registrarse en el Libro de Orígenes de las Razas Españolas, una vía de ingreso excepcional para obtener el ansiado pedigreé. «Lo normal hubiese sido que para obtener los papeles de pureza de la raza tuviésemos que esperar a que naciesen tres generaciones de podencos, es decir, que un ejemplar con pedigree traído de fuera criase y esas crías volviesen a reproducirse», resumió Toni Serra Peixet, presidente de los criadores y organizador de las pruebas. «Nosotros hemos conseguido que de manera excepcional y teniendo en cuenta las circunstancias históricas de esta raza en las islas la Real Sociedad Canina Española accediese a hacer este reconocimiento que da los papeles directamente a los perros que cumplan con los requisitos morfológicos que definen al podenco ibicenco como tal», reveló.
Los requisitos morfológicos tenidos en cuenta por los dos jueces fueron el punto del hocico, la colocación de las orejas, el estado de la dentadura y el cierre de la boca, la espalda del animal, la angulación y los aplomos delanteros y traseros y el rabo, además de una estatura de 60 a 67 centímetros en las hembras y de 67 a 72 en los machos. Los canes que pasaron las exigentes pruebas pasaron a registrarse con todos sus datos y los de su propietario en el LOE, Libro de Orígenes de las Razas Españolas antes, de que los veterinarios Jordi Masip y Joan Riera procediesen a tatuarles el número de registro correspondiente en una de sus orejas.