Se nota que está acabando el verano, pero no porque el calor remita, sino porque algunas bibliotecas de la isla están llenas, no cabe en ellas un alfiler. «Si no vienes a primera hora de la mañana, ya no tienes sitio para sentarte». Ésta es una de las frases más escuchadas la última quincena de agosto. Y no es que haya pocas mesas, sino que son muchos los estudiantes, los que tienen que pasar en algún que otro momento por las instalaciones y éstas se quedan pequeñas para albergar a la cantidad de jóvenes que hay en esta época en la cuál muchas bibliotecas no están abiertas. Lina Torres es una de las bibliotecarias de Can Ventosa y comentaba: «Llevo 16 años aquí y todos los veranos pasa lo mismo. Cuando llega agosto a la gente le entra la fiebre de ponerse a estudiar y no damos abasto». No ocurre lo mismo en el mes de septiembre, a partir de este mes sólo vienen niños a mirar los libros infantiles y a jugar y a estar por la instalación y con una mesa como las que tenemos aquí es más que suficiente para ellos; en cambio, son los más mayores los que tienen el problema; ellos traen muchos apuntes y ocupan la mayor parte de las mesas», explicaba Torres.
Estudiantes
Pero no sólo las protagonistas son las instalaciones, sino que los
más destacados actores son los estudiantes, que pasan horas y horas
en las bibliotecas estudiando las asignaturas pendientes que en
junio no han superado. Ana Àlvaro es estudiante de Biología en la
Universidad de Alicante y para este septiembre tiene tres
asignaturas «colgadas». «Es el primer año que paso fuera de casa y
el periodo de adaptación fue duro. Por eso no he aprobado todas las
que tenía este año, pero bueno, no pasa nada, otra vez será»,
comentaba esta chica que lleva estudiando desde primeros de julio.
Por su parte, Fani Tur, que este año empezará 4º de Farmacia y sólo
le han quedado dos, indicaba: «Llevo dos semanas estudiando, confío
en mí misma, pero ya veremos si apruebo». Fani tenía mucha
confianza para aprobar, quizás la que le faltaba a muchos de los
que allí estaban presentes que sin querer dar su nombre confesaban:
«No te digo cómo me llamo porque en casa no saben cuántas me han
quedado». Estos son algunos de los testimonios de las decenas de
personas que se congregan cada verano en las bibliotecas para
intentar sacar adelante las asignaturas pendientes que en invierno
se han resistido o en las cuales no se ha insitido en ellas. Suerte
para ellos
Patricia E.