Síguenos F Y T I T R
Hoy es noticiaEs noticia:

Bares de Ibiza: Can Xicu, un viaje en el tiempo

La familia de Can Xicu de sa Torre lleva tres generaciones al cargo del negocio familiar

En un recién estrenado siglo XX, Xicu Tur, de Can Xicu de Sa Torre, abrió su pequeño bar junto a la iglesia de Sant Miquel de Balansat | Foto: Toni P.

| Ibiza |

En la isla de Ibiza existe un lugar donde viajar en el tiempo, concretamente hasta un recién estrenado siglo XX, cuando Xicu Tur, de Can Xicu de Sa Torre, abrió su pequeño bar junto a la iglesia de Sant Miquel de Balansat. Sin embargo, la historia de Can Xicu se remonta mucho antes y a miles de kilómetros de Ibiza, en Santa Fe (Argentina), donde el padrino de Xicu, Joan Tur, emigró durante unos años. Allí, trabajando como cocinero, consiguió amasar una pequeña fortuna que le permitiría comprar el edificio junto a la iglesia de Sant Miquel.

Origen

Xicu también emigró, en su caso a Cuba junto a su hermano Joan, y lo hizo con tan solo 15 años. «Él era muy espabilado, nada más embarcar se ofreció como ayudante en la cocina del barco y así se ahorró tener que pagar su comida y la de su hermano durante el largo viaje», recuerda Maria Tur, su hija. En la región cubana de Manzanilla trabajó como camarero durante tres o cuatro años antes de regresar a Ibiza para prestar el servicio militar. «Fue entonces cuando conoció a mi madre (María), cuando hacía la mili en Vila, y se enamoraron nada más verse», explica María.

El bar del pueblo

Joan no tuvo hijos y, cuando Xicu —su ahijado— terminó el servicio militar y volvió a Sant Miquel para casarse con Maria, le dejó el establecimiento que acabaría convirtiendo en bar y estanco: el centro neurálgico de todo el pueblo y alrededores, Can Xicu. Allí nacieron sus hijos Xicu, Vicent y Maria, la pequeña de la familia, que señala el suelo del establecimiento a los 86 años que cumple hoy mismo, 15 de diciembre (molts anys, Maria!) y asegura: «Aquí mismo, en este ‘traspol’ empecé a gatear y aprendí a caminar. Jamás en la vida se nos ocurriría cambiarlo y poner azulejos».

Vida social

Los recuerdos de Maria Tur van directamente ligados a la evolución de Can Xicu. «Cuando yo era pequeña no había más fiesta que ir a misa y encontrarse por el camino. Entonces era cuando los jóvenes podían conocer a las chicas. Mi madre ponía a hervir una olla con garbanzos, cebada y legumbres, y con esto preparaba una especie de café para antes de ir a misa. A la salida, los jóvenes se ponían detrás de ‘Sa Creu de sa missió’ a esperar a las chicas. Entonces ‘festejaven’ un rato y después cada uno volvía a su venda, unos a es Rubió, otros a es Pla Roig y los otros a Benirràs».

Bar de hombres

Maria reconoce que en aquella época la clientela del bar era totalmente masculina. «Muchas veces se sentaban a la mesa a jugar a ‘es burret’ hasta las once o las doce de la noche, mientras mi madre iba preparando frita de polp, de cerdo, de conejo o de lo que fuera. Los hombres siempre la alababan diciendo que sus mujeres no cocinaban tan bien como ella». Sin embargo, también recuerda una época en la que las mujeres desfilaban por el espacio de Can Xicu, cuando se acercaban las Navidades. «Como teníamos un molino para moler almendra que nos cedió el cura, venían las mujeres del pueblo para moler almendras para hacer la ‘salsa de Nadal’».

Don Mariano

Entre los recuerdos de infancia de Maria y la clientela habitual, Tur destaca el de un cliente muy especial: Don Mariano, «que estuvo un tiempo como maestro en el pueblo y siempre venía a hacer la tertulia y a jugar al ajedrez con mi hermano Xicu». Maria se refiere a Marià Villangómez, a quien recuerda «caminando por el pueblo con la mirada fija en uno de sus libros (tal como está retratado en la escultura frente a Can Xicu)». También recuerda con orgullo que Don Mariano anotaba palabras nuevas que aprendía y que un día escribió la palabra ‘socall’ (un gran tronco para echar a la chimenea) cuando la escuchó pronunciarla. Durante su estancia en Sant Miquel, Villangómez escribió su poemario ‘L’any en estampes’.

«Después llegaron los peluts», prosigue Maria en referencia a los hippies, «que llegaron antes que los turistas. Casi todos eran americanos y tenían mucho dinero». Y es que, además de bar, Can Xicu también era la estafeta de correos y el estanco del pueblo (como continúa siendo). Los extranjeros que se refugiaban en Ibiza recibían el dinero a través del servicio de Correos. «Las cifras que recibían eran mayores que todo el dinero junto que hubiéramos visto en la vida, y había que mandarlos a cobrar a Vila», recuerda Maria.

Fue en esa época cuando «todo el mundo que venía y veía a mi madre vestida de payesa le hacía fotos; hasta sale en un cartel de turismo que ganó un premio», explica. Como oficina de Correos, la familia Tur también ofrecía un servicio público básico en una época en que leer y escribir era prácticamente un privilegio reservado solo a algunos hombres. «Había mucha gente que había emigrado y, también durante La Guerra, mis padres leían las cartas a sus mujeres, a la vez que escribían las respuestas al dictado ya que la mayoría no sabía leer ni escribir».

La familia Tur continuó gestionando el negocio durante años y fue el mayor de los hijos, Xicu, quien tomó el relevo e implementó el espíritu emprendedor de su padre. «Él fue quien se ocupó de que no cambiara nada», subraya María, mientras sus hijas, Cati y Tita Planells, señalan que «tuvo mérito, porque hablamos de los años 70 y 80, cuando todo el mundo lo reformaba todo para ser más ‘moderno’. Nuestro tío apostó por conservar el mismo espíritu de siempre».

Así, Can Xicu continuó ejerciendo como centro social indispensable de Sant Miquel a través del tiempo. «Era uno de los primeros lugares con teléfono, teníamos las llaves de la iglesia y del cementerio, tocábamos la campana, mi tío llegó a montar una pequeña sucursal de Banca March y era donde venía el juez de paz, ‘Mussonet’, con sus características gafas redondas y su 600 blanco, a repartir las pensiones a la gente mayor», explica Tita. «Siempre ha sido un lugar donde compartir», añade.

Xicu mantuvo el espíritu del negocio hasta su fallecimiento en 2001, momento en el que su hermana pequeña, Maria, tomó el relevo hasta la llegada de la tercera generación.

Tercera generación

El relevo generacional lo inició Cati tras un par de temporadas ayudando a su madre. «Llegó un momento en el que se planteó dejarlo y alquilar el local. A saber en qué lo hubieran convertido… me entró angustia, así que decidí llevarlo yo de la misma manera de siempre: con la misma gente de aquí, respetando costumbres como abrir cuando había difuntos, pero cerrando algunos días, no como en la época de mi tío Xicu».

Su etapa duró una década. «Yo soy muy analógica: seguía con mi máquina registradora, que ya era un avance respecto al cartón donde hacía las cuentas mi tío (risas). Había que informatizarse y yo quería retirarme», explica sobre el siguiente relevo, siempre dentro de la familia. Fue en esta etapa cuando Cati decidió dedicar el espacio del antiguo comedor, en la trastienda del bar, a un homenaje a su padre, el prestigioso folclorista Toni Planells ‘Planes’, que realizó los primeros ensayos de la Colla de Balansat en ese mismo lugar.

A partir de 2017, la pequeña de la familia, Tita, mantiene intacto el espíritu de Can Xicu. «Estuve casi 20 años fuera de Ibiza y solo había estado cara al público sobre un escenario», explica la actriz sobre su regreso al negocio familiar. Reconoce que «así pude reencontrarme con Ibiza, con la clientela, la gente bonita y el alma de siempre».

No obstante, Tita añade una reflexión sobre la conservación de los negocios tradicionales en Ibiza: «Últimamente lloramos mucho cuando cierran comercios de toda la vida. Sin embargo, al menos en mis ocho años de experiencia al cargo, me ha llamado la atención que lo que menos tenemos es clientela ibicenca, a la que echo de menos y siempre será bienvenida, pero solo viene cuando hay misa o algún funeral. Cada vez que entra alguien hablando ibicenco me da una alegría».

Sin comentarios

No hay ningún comentario por el momento.

Lo más visto