Durante una tarde soleada, con las cálidas temperaturas propias del mes de agosto, decenas de devotos se dirigieron ayer tarde en procesión hacia la Catedral para escuchar la misa solemne que oficiaba el obispo, Vicente Juan Segura, y rendir homenaje a la patrona de Eivissa, Santa Maria.
Tras el peregrinar por las estrechas calles del casco antiguo, los fieles fueron ocupando los bancos del templo. Entre las paredes blancas de la sala, resonaban las lecturas sagradas que se mezclaban con el sonido de los abanicos que agitaban vivamente las mujeres tratando de paliar el intenso calor que se concentraba en el interior.
En el ambiente se respiraba un fuerte olor a incienso y la gran devoción de los más de 300 fieles que aguardaban el momento de entregar sus ofrendas a Santa Maria. Entre ellas, cientos de ramos de claveles y lirios pero, sobre todo, muchas margaritas en tonos blancos, rosas y amarillos que se rindieron en ofrenda ante la iluminada imagen sagrada de la Virgen, situada en el centro del altar.
Tras ella, el Cor Ciutat d'Eivissa interpretó diversas composiciones religiosas acompañadas por flautas que fueron seguidas atentamente por los asistentes allí congregados. Entre ellos, se encontraban el presidente del Consell Insular, Xico Tarrés, y la alcaldesa de Eivissa, Lurdes Costa, así como una gran número de representantes políticos de los diversos ayuntamientos de la isla y autoridades militares que ocupaban las primeras filas del interior de la nave.
Por otra parte, en los aledaños del templo también aguardaba un grupo numeroso de personas así como muchos pequeños que correteaban en la plaza de la iglesia y turistas curiosos que inmortalizaban con sus cámaras digitales la restaurada fachada de la Catedral.
Al finalizar la homilía, la comitiva religiosa y política encabezó una procesión que se dirigió hasta el claustro del Ayuntamiento donde tuvo lugar la tradicional entrega de medallas de oro de la ciudad de Eivissa.
El broche de honor a la emotiva jornada lo puso un gran castillo de fuegos artificiales que comenzó a media noche y que pintó de palmeras de colores el cielo de la ciudad.
Irene Luján