Que entre padres e hijos haya conflictos es natural y sano. Llegará un día en que un adolescente le dirá a su padre 'no me entiendes' y esa será la señal de que ha dejado de ser niño para pasar a ser adulto», señaló ayer Javier Urra Portillo, psicológo de la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y primer defensor del menor, en la conferencia Los conflictos padres e hijos en el hogar, organizada por la Associació de les Illes Balears per al desenvolupament de la mediació (ADEMIB), que se celebró ayer en el Consell d'Eivissa. Durante la charla, el psicológo y autor de libros tan importantes como El arte de educar o El pequeño dictador resaltó la importancia y naturalidad de estos conflictos en el seno familiar, pero puntualizó un aspecto primordial: «Tanto padres como hijos deben saber manejarse en los conflictos: cómo usar el diálogo, cómo poner los límites, como poner normas, como no ser colegas sino ser realmente padres; los progenitores tiene que saber cuál es su papel y éste no es de Peter Pan o oso panda, sino de una figura que hay que respetar». Según explicó hay tres aspectos fundamentales a la hora de intentar mediar en los conflictos que puedan surgir: «Lo primero de todo es el lenguaje, la capacidad de hablar correctamente y de tener riqueza léxica tanto para hablar con un hijo como para hablar con uno mismo. El segundo concepto que hay que tener muy claro es que después de la vida no hay nada más, por lo que lo importante es saber aprovechar el tiempo al máximo y ver que hay gente que está peor que nosotros. Me da la impresión de que la sociedad española es muy rica económicamente y es muy algodonosa, es decir, que criamos a nuestros hijos entre algodones; esto es muy perjudicial porque tienen que aprender a valorar que las pequeñas cosas nos pueden hacer felices y que todo en esta vida tiene un valor que hay que saber apreciar». En este sentido, Javier Urra señaló que cuando un niño se fija en que hay personas peores que él, por ejemplo con una visita a un hospital, se dará cuenta de que con la preocupación por el prójimo es muy complicado tener problemas propios. Así, para completar el buen proceso de mediación es necesario un tercer aspecto: «El sentido del humor es fundamental, tanto como la capacidad de autocrítica y aceptar que no somos importantes, ya que, por ejemplo, si nos ponemos malos no se va a hundir nuestro puesto de trabajo». ¿Somos amigos o padre e hijo? Es la pregunta que muchas personas se hacen: «Ahora es mucho más difícil educar porque antes existía el concepto de autoridad y ahora el de igualdad y diálogo, que es mucho mejor, pero hace que las relaciones sean más complejas porque, por ejemplo, estamos rodeados de situaciones muy peligrosas, como las drogas». Y añadió: «Decirle a un chaval que no se drogue es una tontería; lo que hay que hacer es educarlo en la práctica del deporte, en decirle que tiene un cerebro, dos pulmones, dos riñones y un hígado, es decir, transmitirle que él mismo va a poder llevar su vida como quiera». En este sentido, es necesario hacer saber a los hijos que los padres no son amigos: «Los bebés necesitan atención y los adolescentes razones, y aunque se las des seguramente habrán conflictos, pero siempre necesitarán padres con criterio; si el padre intenta ser colega llegará un momento en que el hijo le dirá que es de otra época. Esto quiere decir que aunque haya mucho diálogo el adulto es quien tiene siempre la última palabra».
Durante la charla también habló del divorcio: «Cuando alguien se separa de su compañera es ex pareja, no ex padre, y hay que tenerlo siempre en cuenta porque vivimos en una sociedad en la que la gente se separa más porque no hay sentimiento de pecado». Y señaló: «El síndrome de alineación parental es la utilización bastarda de los hijos en los procesos de separación contra la ex pareja creando al niño una relación absolutamente negativa con la otra figura; esto les genera mucho dolor saben que son usados por los padres». Para conseguir ser padre y no colega y mediar con acierto en los conflictos es necesario sólo la educación: «Hay que educarlos desde que tienen muy corta edad». l María José Real