Tengo 27 años y desde niño siempre me ha gustado dibujar y todo lo que estuviera relacionado con las manualidades. Hace seis años me compré mi primer aerógrafo y hace un año dejé mi trabajo en una tienda de bicicletas para dedicarme profesionalmente a la aerografía», cuenta Carlos García, un chico que asegura ser totalmente autodidacta en este ámbito: «Al principio, hace seis años, quise ir a un cursillo a Valencia, pero vi que todo lo que hacían allí ya sabía hacerlo, por lo que no me motivó. He leído muchos libros al respecto y he consultado muchas páginas web para aprender diferentes técnicas». ¿Qué es la aerografía? «Básicamente se trata de hacer dibujos en cualquier superficie con unas pistolas de aire y pintura, desde un casco hasta un mechero o una tela».
Carlos recuerda con cariño su primer diseño: «Empecé pintando unos cochecitos pequeños de hierro que tenía cuando era pequeño; los pinté de un color y con cinta adhesiva hice el dibujo de unas llamas». Desde entonces, su evolución ha sido espectacular: «En la actualidad trabajo más con las motos antiguas, pero he aerografiado coches, barcas, cascos y hasta coches de scalextric». Uno de los escollos que tuvo que superar durante su aprendizaje fue la técnica truth fire (fuego real): «Me costó hasta que descubrí que se usa tinta transparente. Sobre un fondo negro se van superponiendo blanco, amarillo y naranja que se alternan con la tinta transparente y el efecto final se parece bastante a las llamas reales». Uno de los aspectos más complicados de su trabajo es decidir el diseño cuando un cliente confía en su criterio: «Siempre intento averiguar los gustos de la persona porque uno de mis mayores miedos es que no les guste el resultado, pero por el momento nunca me ha pasado». Según explica, esta será su profesión de futuro: «Para mí es algo más que un trabajo; lo tengo como pasión y espero que sea así durante muchos años». l María José Real