De padre ibicenco y madre alemana, el mediador intercultural de Santa Eulària nació en el año 1962. Tras estudiar Primaria en la isla se marchó con su familia a Alemaniapara regresar de nuevo a su tierra. Ha trabajado de agricultor, cabrero, quesero y hortelano, albañil común y de la piedra y comerciante ambulante con artesanía de Marruecos hasta llegar al Ayuntamiento de Santa Eulària. Es musulmán, de la orden sufí, que denomina como «un camino espiritual de realización interior»
-¿Qué está mas cerca para usted La Meca o el Puig de Missa?
-Cuando rezo me vuelvo cada día unas cuantas veces hacia la Meca,mientras que al Puig den Valls voy de vez en cuando para disfrutar de la vista y la paz. He estado en Marruecos muchas veces, pero estando allí añoro sin embargo una dimensión de espiritualidad interior que siento más fuerte. Me parece que la explicación está en que los musulmanes se han vuelto más materialistas que los europeos, y eso uno lo siente si es sensible y esto se hace visible en que los occidentales hoy por hoy aprecian más la belleza del arte tradicional islámico, que ha legado innumerables tesoros a la humanidad.
-¿Cómo reacciona la gente cuando lo ve con turbante?
-El turbante impacta, pero en esto hay algo bueno. Porque después del choque, se ponen a mirarte más detalladamente y descubren tu personalidad. De hecho es lo que hemos de hacer con todo el mundo, percibir la personalidad, y no condenar por el aspecto, sea el color o el peinado o el vestido.
-¿Es el único converso al Islam de Eivissa?
-No, hay más, pero somos un grupo pequeño. Hombres nativos, tres, otro hermano nuestro es extremeño, sin embargo unos cuantos de los que abrazaron el Islam y el camino sufí aquí se han marchado, a la península, a Mallorca o a Sudamérica. También hay unas cuantas mujeres ibicencas conversas.
-¿Con qué colectivo tiene más dificultades a la hora de trabajar?
-Tengo dificultades con ciertas personas, no con colectivos. Hay gente abierta o cerrada, altruista o egoista. La cuestión está en conocer el lenguaje, en un sentido más allá del lingüístico, en el cual hay que hablarles a las personas. Esto es algo básico que se aprende en la mediación intercultural: lo que para algunos es simpático, para otros puede ser ofensivo.
-¿Se ha sentido insultado en la calle por su aspecto físico?
-Alguna vez, si. Pero como tengo un carácter conciliador, no me ofendo, sobre todo porque siento que no hay mala voluntad, no hay agresividad o intención de herirte, es más bien que quieren ser graciosos. A veces les sigo el rollo.
-¿ 'Orelletes' o cuscús?
-Años atrás, la mejor cocinera del mundo era mi abuela, la Pepa de Ca'n Costa, que la he querido mucho y que murió en 1995, en paz descanse. Hacía orelletes y otras cosas muy buenas como panellets, o sus guisos. Mi esposa tangerina es una cocinera tan excepcional que es casi imposible que alguien compita con ella. Así que por ahora, me quedo con el cuscús.
-¿Es usted un modelo de interculturalidad?
-Me muevo en el tema de la mediación intercultural como un pez en el agua. Ya desde siempre me pasaba que reconciliaba gente, pero ellos entre sí no se entienden, y allí es donde se hace el trabajo de «traducir» lo que quieren decir realmente las diferentes partes. Pero no siempre se puede solucionar todo y hay que ser realista.
-¿Qué opina del obispode Eivissa?
-Le he visto un par de veces fugazmente, lo suficientemente para estrecharle la mano. Sin embargo no me daba la impresión de ser alguien que buscara el encuentro o el diálogo interreligioso, que a mí me parece muy importante, porque hemos de hacer los creyentes. Tenemos enemigos comunes: el materialismo, el consumismo, el egoísmo, el ateísmo y el pasotismo. Le ofrezco que nos juntemos para rezar, actuar y ayudar a los necesitados. Luego Dios ya juzgará, no es deber nuestro condenar, porque Dios nos ha creado libres.
-¿Y de Eivissa?
-Es como una joya o un oasis en el mar. La paz, bondad, la luz y la simpatía que vivimos y recibimos aquí debe ser resultado de alguna bondad de Dios, porque no me lo puedo explicar de otra manera.