Paca Botja lleva 23 años en Manos Unidas y desde hace un año es la delegada de Eivissa y Formentera. A sus 71 años es, además, miembro de la directiva de la Asociación de Vecinos de Sant Josep. Su labor social no se ha limitado a Manos Unidas, y también ha colaborado en la tienda de Cáritas y en su parroquia. También desempeñó el puesto de juez de paz sustituta en Sant Josep pero, aclara con humildad, que «es una mujer muy sencilla con estudios poquitos».
-¿Qué hace usted para tener tanto poder de convocatoria, porque arrasa en las paellas solidarias?
-Perdona, pero la pregunta no está bien enfocada. Soy una de tantas que organizan la paella. Es todo el pueblo, mucha gente. El poder de convocatoria lo tiene el equipo de Manos Unidas que organiza la comida solidaria en Sant Josep. Hago todo lo que puedo pero es un trabajo de mucha gente.
-La última catástrofe ha sido la de Haití, ¿teme que tras el apoyo inicial se quede en el olvido?
-Manos Unidas lleva trabajando en Haití desde hace muchos años. Ha hecho muchos proyectos que, probablemente, se hayan ido a pique. Es uno de los países más pobres del mundo y se continuarán haciendo proyectos porque este año, más que nunca, se necesita. Eivissa tiene dos iniciativas en Haití.
-¿Por qué se metió en Manos Unidas?
-Me invitaron a una charla de un misionero en es Cubells. Me gustó su forma de trabajar porque, aunque es una ONG católica ,no mira si se es una de una raza o de una religión a la hora de financiar los proyectos. Son propuestas para abrir ventanas. Abarca todo y a todas las personas. Recibimos cartas de agradecimiento de cualquier parte del mundo. En la última revista de Manos Unidas salía publicada una carta de agradecimiento de Angola a Eivissa.
-Usted es miembro de una familia muy conocida en Sant Josep, los Botja, ¿le han ayudado en sus fines solidarios?
-Tanto mis hermanos como los hijos han colaborado en todo lo que se ha podido, participando y trabajando.
-¿Quienes son más solidarios, los de la izquierda o los de la derecha?
-¡Huy! Eso no lo puedo saber porque cuando hacemos una comida no preguntamos a la gente a quien vota. Me llevo muy bien con todos y no he tenido ningún problema, ni con la derecha ni con la izquierda. He recibido ayudas del Ayuntamiento cuando estaba la derecha y, ahora con los de izquierdas, no hay diferencias, siempre colaboran.
-¿La gente se ha vuelto más egoísta o más generosa con la crisis?
-Bueno, a veces no ponen tanto, pero quizás es más generosa porque se dan cuenta de lo que es no nadar en la abundancia. Con la crisis, se sensibilizan más.
-Su padre fue alcalde de Sant Josep, ¿qué recuerdos conserva de él?
-Muchos. Era una persona muy activa, hizo muchas cosas bien y en algunas, seguramente, se equivocó, como todos.
-Uno de sus hermanos acaba de publicar un libro sobre mujeres pageses, ¿queda alguien su familia que vista de pagesa y conserva ropa tradicional?
-Estuve en el primer grupo de baile que se formó en Sant Josep, cuando mi padre era alcalde. Se organizó una fiesta el día de San Isidro, el patrón de los labradores, con los trajes típicos. La gente sacó la ropa de los arcones, que estaba medio abandonada. Aún conservo alguna prenda. Mi nieta participa, además, en el grupo de Sant Agustí.
-¿Qué poder han tenido las mujeres en los Botja?
-Mi madre fue una mujer pagesa, muy alegre, con unas salidas espontáneas y muy simpáticas. Tenía su sitio en la familia.
-¿Su cuota de poder?
-¿Poder? Poder al servicio de todos, porque era muy abnegada. La teníamos muy valorada y respetada. El poder era más de las hombres. Si en mi casa éramos seis hermanos, cuatro hicieron carrera y salieron fuera, mientras que las chicas no salimos. La cosa estaba así en aquellos años. Las chicas del pueblo, sin embargo, siempre comentamos que tenemos mucho que agradecerle a las monjas porque los estudios no eran tan amplios pero nos educaron en valores.