El biólogo formenterés Santi Costa considera que todas las medidas de protección del virot o pardela balear, una especie protegida que tiene en Balears un hábitat excelente para la nidificación y cría de polluelos, son bienvenidas, pero al mismo tiempo recuerda que durante gran parte del año el virot, en latín puffinus mauretanicus, emigra a las costas atlánticas, al golfo de Vizcaya y en zonas más al norte, por lo que su pervivencia no es competencia exclusiva de Balears.
El hecho que Ministerio de Medio Ambiente incluya al virot entre las especies a proteger «es una buena iniciativa desde el momento en que se trata de una especie amenazada, como otras muchas, pero en el caso del virot parece ser que se ha ido produciendo una importante regresión en el número de parejas por lo que hay que tomar medidas para revertir este panorama», afirma Costa, que por otra parte cuestiona hasta cierto punto las cifras que ofrece el ministerio de Medio Ambient.
Contarlos es difícil
Según datos oficiales, que son de 2004, en Formentera hay unas 685 parejas de las algo más de 2.000 existentes en todas las Balears ya que en Mallorca habría 600, 200 en Menorca y Cabrera respectivamente y unas 350 en Eivissa. Costa indica que «los recuentos son muy complicados en el caso de los virots porque no pueden efectuarse en los lugares de nidificación por la imposibilidad de acceder a las cuevas en las que habitan y donde pasan la noche y por otra parte por el hecho de que durante la mayor parte del día los virots permanecen en el mar y su recuento es muy complejo incluso en caso de 'atrapar bancos' de ellos».
Las amenazas que tiene el virot son variadas y aunque se habla mucho del gato salvaje «no sé si verdaderamente suponen su máxima amenaza y, como mínimo en Formentera, no lo es ya que el virot cría en acantilados y en lugares de muy difícil acceso, y lo mismo sucede con la rata cellarda otro de sus teóricos depredadores, pero hay que tener en cuenta de que el virot es una ave que cría aquí a sus polluelos pero luego se va a las costas atlánticas y al Golfo de Vizcaya y más hacia el norte y por tanto su hábitat no es únicamente el del mar Balear». En consecuencia Costa recuerda que es el estado de la mar, no sólo en su zona de nidificación sino también del lugar en donde viven gran parte del año, el que condiciona su supervivencia. Y en cuanto a los depredadores en tierra, en el caso de que sean una verdadera amenaza «se puede solucionar mediante eliminación de gatos y desratizaciones de aquellas áreas cercanas a los acantilados en los que nidifican habitualmente».
El error de Can Marroig
Costa reconoce que hace años se desaprovecharon recursos europeos a través de un programa Life destinado al estudio del virot porque al mismo tiempo se pretendió la creación de colonias de virots en dicha zona, en los acantilados de Punta Pedrera hasta Punta Gavina, un lugar en la que nuca han habitado y en la que los esfuerzos realizados no han servido de nada. «Se quería reintroducir el virot cuando en realidad era introducirlo en una zona, la de la finca de Can Marroig donde jamás ha habitado y se perdió dinero cuando con proyectos de este tipo sí se pueden utilizar herramientas que sirven para mejorar las condiciones de los ámbitos en los que realmente vive».
El virot es una especie marina y por tanto se alimenta de pescados, bancos de sardinas o especies similares de pequeño tamaño que pescan con facilidad. Es un ave que llega a vivir hasta una treintena de años, vive en pareja y las parejas ponen únicamente un huevo por año, ese uno de los grandes problemas de esta especie, el único huevo al año ya que si por cualquier motivo ese huevo no se convierte en un nuevo ejemplar es difícil que la especie se mantenga.