Hablar del colegio Nuestra Señora de la Consolación es hablar de uno de los centros con más solera de la Isla como demuestra que este año cumple su primer centenario de vida. Durante todo este tiempo muchos han sido los alumnos que han pasado por sus aulas desde que el 1 de enero de 1911 cuatro monjas agustinas empezaran a impartir clase en un pequeño edificio de la calle general Pola Vieja de Dalt Vila.
Este es el caso de Margarita Cardona Bufí, Araceli Fernández Ramón, Teresa Llull Prats, Nerea Varela Rodríguez y Federico Cuevas Ruíz, cinco generaciones que han estado en el actual edificio que se inauguró el 6 de febrero de 1932. Las tres más mayores, Margarita, Araceli y Teresa, son además profesoras del centro habiéndose incluso dado clase unas a otras, mientras que los dos más jóvenes, Nerea y Federico, están a punto de terminar sus estudios con 17 años los dos.
Todos ellos entraron siendo muy niños y de su tiempo en el colegio guardan grandes recuerdos y multitud de anécdotas curiosas. Algunas tienen que ver con que el colegio fue sólo de señoritas hasta 1988. Por ejemplo, Araceli cuenta entre risas de sus compañeras que «esto originaba que cuando íbamos de excursión y pasábamos por delante de un centro de chicos el autobús casi volcaba hacia un lado porque sacábamos la cabeza por fuera».
Mientras, Margarita, que entró en el colegio en el año 1952, cuenta que «cuando iban los seminaristas a jugar al fútbol y les mirábamos, Sor Francisca nos decía 'Hijas a los soldados mejor, no fastidiéis la vocación'».
Aquellos uniformes
Otros recuerdos llegan al hablar del uniforme que se viste en el colegio y que ha ido cambiando con los tiempos, ya que como recuerda Margarita, «primero era azul marino con un cuello blanco y rígido y en ocasiones teníamos una boina y una chaqueta». También ha cambiado el chándal, que en tiempos de Araceli, «hacía que pareciéramos abejitas con el pantalón azul marino y la chaqueta amarilla».
Sin embargo todo ésto no les impidió jugar muchos partidos en el patio. Todas recuerdan con mucho cariño los choques de baloncesto entre profesoras y alumnas en los que había gran rivalidad y que han visto pasar desde polainas hasta profesoras como Sor Catalina que se tomaba muy en serio su papel de arbitrar aunque como asegura entre risas Araceli «siempre pitaba el final cuando los profesores se ponían por delante».
Del patio también guardan buenos recuerdos los dos más jóvenes. Nerea, que el viernes cumplirá 18 años, afirma que «mis mejores momentos los he pasado preparando la Diada Deportiva donde cada clase hacíamos bailes, un lema e incluso una mascota». Igualmente Federico, el benjamín, asegura que recuerda «como los 'tazos' llenaban el patio de un tac tac constante y sobre todo el olor que tenía una profesora de Infantil y que inundaba toda la clase».
Finalmente también un halo de nostalgia invade la sala cuando vienen a la memoria profesores y profesoras que han conocido. Surgen nombres como los de sor Clara, una monja venida de Uruguay que inició la Díada Deportiva, los de don Pepe, los de don Bartolo, y sobre todo el doña Amelia Burforn que fue la encargada de poner en marcha junto a Margarita el concurso de villancicos que se hace todos los años en Vila, y que desgraciadamente murió de un infarto tras una visita a Vila. Todos como Margarita, Araceli, Teresa, Nerea, Federico y miles de ibicencos más, historia viva de los cien primeros años de vida de Nuestra Señora de la Consolación.
De cuatro monjas agustinas en 1911 a los 59 profesores en 2011
Cuando el 1 de enero de 1911 cuatro monjas agustinas comenzaron a dar clase de pintura, costura y otras labores a niñas mayores de diez años en un pequeño edificio de la calle general Pola Vieja de Dalt Vila, nada parecía indicar que sería el germen de un centro educativo que en 2011 ha cumplido cien años de historia.
Aquel edificio se fue quedando pequeño y tras algunos traslados temporales por Dalt Vila y por la calle Miquel Caietà Soler, donde se acogió a medio centenar de alumnas, la congregación compró un solar en la calle Joan Xicó el 9 de julio de 1930. Dos días después se puso la primera piedra en un acto bendecido por el Obispo Huix y el 6 de febrero de 1932 se inauguraba el nuevo centro con una ceremonia en la capilla, situada donde el actual salón de actos.
Desgraciadamente la Guerra Civil obligó a paralizar las clases apenas cuatro años después, ya que el colegio se convirtió por necesidades de la contienda en el Hospital de Sang donde quedaron algunas religiosas trabajando como enfermeras.
Una vez terminado el conflicto la normalidad volvió al centro usándose incluso algunos años para celebrar misas, bodas y comuniones, hasta que en los años sesenta comenzó a crecer muchísimo. Se añadieron entonces las clases de Primaria y se construyó el aulario de cuatro plantas de la calle Vía Romana que permitió albergar a muchos más alumnos.
En 1978 con la recién estrenada democracia la monjas agustinas compraron un solar en la carretera de Sant Joan donde construyeron 'Hipona', una finca que utilizan desde entonces para realizar sus convivencias, díadas deportivas y todo aquello que no permite el pequeño patio del colegio.
Tras ello, los cambios más significativos datan de 1988, año en el que se permite inscribir a niños, dejando de ser únicamente de señoritas, o la incorporación de Infantil y Secundaria, y ya en 2007 de Bachillerato. Actualmente dan clase en el colegio un total de 59 profesores y sólo quedan cuatro monjas agustinas.