Se acabó la carrera hacia el 20N para todos los partidos, mayoritarios y minoritarios. Todos, con mayores o menores posibilidades económicas, han mostrado cuáles eran sus cartas. O eso es lo que se supone que deberían haber hecho.
Y es que, en esta carrera hacia la presidencia del Gobierno y la elección de candidatos al Congreso y al Senado, el PSOE se ha centrado no sólo en explicar su programa electoral sino también en anunciar aquello que se supone que hará el Partido Popular y que éstos últimos no se han atrevido a decir.
El PP, por su parte, con el viento más que a favor, ha desarrollado una campaña en la que le ha dado importancia a la crítica del contrincante y a desmentir aquello de todo lo que le han acusado, en su mayor parte, de recortes en todos los ámbitos y a acusar a los socialistas de la debacle en la que se encuentra el país, en especial de los cinco millones de parados.
En Eivissa, tanto PP como PSOE, han contado en su camino hacia la convocatoria electoral con dos figuras de peso. Unos con el expresidente del Gobierno, José María Aznar. Los otros con el cabeza de lista y aspirante a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ambas citas fueron seguidas con gran admiración por los simpatizantes y afiliados de cada una de las formaciones.
En el terreno local, los candidatos han lanzado pocas propuestas materiales por aquello de la delicada situación en la que nos encontramos aunque sí han prometido ser la voz de los ciudadanos de las Pitiüses tanto en el Congreso como en el Senado.
Los minoritarios, por su parte, han puesto sus esfuerzos en captar el voto del ciudadano indeciso y romper, de una vez por todas, el bipartidismo que ostentan los grandes. En definitiva, ha sido una campaña electoral marcada por la crisis en la que los mitines han variado en función del índice alcanzado por la prima de riesgo y por los hechos que acaecían en Europa.
Una carrera anómala
B. Roselló | Eivissa |