Lo primero que llama la atención al entrar en la nueva residencia Sa Serra para personas mayores que abrió sus puertas en Sant Antoni el pasado 1 de diciembre es su amplitud y su luminosidad. Sus amplios ventanales hacen que prácticamente no sea necesaria la luz artificial y los largos pasillos transmiten a todo aquel que camina por ellos una sensación de tranquilidad y relajación. Ni rastro que recuerde que este edificio permaneciera cerrado durante tres años después de que se terminara su construcción.
Hasta el momento, de las 94 plazas que ofrece este centro gestionado durante los dos próximos años por el grupo Novaedat, 70 públicas y 24 privadas, sólo están ocupadas 20 aunque las previsiones es que esté completo a finales de febrero. «Únicamente permitimos cuatro usuarios nuevos cada día porque lo que buscamos es que la adaptación al centro y a la vida diaria del centro de los residentes sea lo más fácil posible y además, tener el tiempo necesario para elaborar un informe detallado de cada uno de ellos para saber sus necesidades particulares», explicó Ana Riera, directora de Sa Serra.
En resumen: «La intención es que sientan como en su casa y en algunos casos incluso mejor». «Muchos mayores sufren situaciones de abandono por parte de sus familias, no salen de sus domicilios, no se relacionan con nadie y acaban entrando en una situación muy difícil que intentamos mejorar cuando llegan aquí», aseguró la propia Riera.
86 habitaciones
Para conseguir este objetivo la residencia ofrece 86 habitaciones divididas en tres tipos, individual con baño compartido, individual con baño incorporado, y doble con baño incorporado, éstas últimas destinadas principalmente a matrimonios. «La planta baja está pensada para las personas menos válidas mientras que el resto son como pequeñas habitaciones de hotel, equipadas todas con sistema de alarma para emergencias, servicio de habitaciones o camas articuladas, y en las que se permite que cada usuario ponga la decoración que considere para que se sienta los más cómodo posible», resumió Barbara Barceló, gerente de las residencias Novaedat en Balears.
A pesar de ello, la intención de los responsables de esta nueva residencia es que sus personas mayores pasen el menor tiempo posible en las habitaciones para que se relacionen todo lo que puedan con otros usuarios. Así, durante las próximas semanas ya estarán confeccionadas unidades de convivencia, en función del grado de autonomía de cada persona, y se organizarán actividades y terapias en función de las necesidades de cada usuario.
Precisamente, algunas de estas actividades ya han comenzado. Por ejemplo, en una sala común, la trabajadora social Lina Águila ya trabaja con un pequeño grupo de personas mayores para conseguir que la decoración navideña del centro esté terminada a tiempo. De momento, junto a Maria Torres, de 86 años, ibicenca «de toda la vida» y que llegó hace apenas tres días, y a Avelina Barrios, vasca pero residente en la isla desde hace «muchísimo tiempo», están elaborando copos de nieve con cartulina y algodón para poner en los cristales de los amplios ventanales. «Estamos muy contentas aquí porque todos son muy amables, el sitio está muy limpio y la comida es muy buena», explicaba Riera mientras no paraba de pegar algodón en las cartulinas con una sonrisa en la cara. La misma que tiene Lina junto a ellos. «Trabajar con ellos es muy ameno porque son muy amables, te sorprenden cada cinco minutos y, por lo general, tienen muy buen humor a pesar de sus circunstancias», aseguró esta trabajadora social.
Esta misma sensación de alegría también se transmite a escasos metros, en la sala de rehabilitación, fisioterapia y gimnasio. En ella, Encarna, María y Francisca bromean mientras se esmeran en coger al vuelo la pelota que les lanza Paula, auxiliar de geriatría. «En esta habitación hay todo tipo de utensilios para que el paciente no pierda en la medida de lo posible su mobilidad, para que mantenga viva la comunicación racional, y para que pueda hacer ejercicios de rehabilitación en caso de que lo necesite», explicó la directora Ana Ribas, mientras mostraba una mesa con aparatos de psicomotricidad, una pequeña bicicleta en la que se puede dar pedales mientras se está sentado, y dos máquinas, una de rayos de calor y otra de electroestimulación.
Servicios de todo tipo
Junto a estas dos salas, la nueva residencia de Sa Serra también tiene un área de enfermería o sala de curas, donde se realizan desde tratamientos de úlcera a controles de glucemia pasando por los controles de peso y controles varios, un servicio de farmacia, otro de baño geriátrico e, incluso, una zona de podología y peluquería. «Aquí cortamos, peinamos y lavamos el pelo a todos los usuarios que quieran porque las ganas de sentirse bella no se tienen que pasar con los años», aseguró Eugenio, encargado del servicio mientras Elba daba los últimos retoques a María. Y además, a esto habrá que sumarle las próximas actiividades en llegar, el cinefórum, las salidas a misa o a los mercadillos, o cualquier otra que de a las personas mayores «la mejor calidad de vida posible».