Robert Llimós nació un 19 de octubre de 1943 en Barcelona. Estudió en la conocida escuela Massana y en la Escuela Superior de Bellas Artes Sant Jordi. Tras una dilatada carrera, Llimós vivió algo que cambió por completo su línea artística. Un cambio que enseña en la exposición que inaugura hoy a las 21.00 horas en la nave Art RRM.
— ¿Qué pasó?
— Estaba en casa de la hermana de mi pareja, en Fortaleza, Brasil, y fui a pasear con un bloc y un lápiz a ver qué encontraba. Anduve una rato, me senté en una duna y de repente vi que había una nave espacial camuflada enfrente de mí.
— ¿Y qué es lo que vio?
— Bueno, esta gente atrae a las nubes y autoproyecta la imagen que les rodea, se hacen invisibles, pero esta niebla se iba destapando y yo podía ver trozos de la nave. Entonces se abrió una ventana, me escanearon con un láser por si llevaba armas o cámaras, y de la ventana salieron dos personajes y nos miramos.
— ¿Cómo eran?
— Muy bonitos, muy erguidos con cuellos largos y muy elegantes. Ella llevaba una tiara en la cabeza y él era más alto que ella, ambos con piel escamosa como anfibios.
— ¿Y qué hizo?
— Pues estuve intentado comunicarme por telepatía para que no se me llevaran, les dije que yo les pintaría. De hecho, creo que vinieron a posar para mí.
— ¿Había tenido alguna experiencia parecida antes?
— No. Creo que esto me pasó a raíz de hacer una escultura que yo he titulado Miraestels, que es un homenaje a un poema de Joan Brossa, la hice pequeña pero luego pensé en hacerla grande y me di cuenta de que esta figura me podía conectar con estos seres para que nos vinieran a ayudar a limpiar el mar, que está hecho una porquería. Es el único pensamiento que tuve antes del encuentro.
— ¿Hay un antes y un después en su carrera tras este avistamiento?
— Sí, este encuentro me ha dado la oportunidad de hacer algo que sólo puede hacerse pintando porque estos seres no pueden fotografiarse con ningún tipo de cámara. Considero que hago antropología espacial.