«Lo mejor de todo ha sido el reecuentro con mi hijo. No verlo durante este tiempo fue lo más duro». El ansiado abrazo entre padre y hijo se producía horas después de que el juez de la Audiencia de Palma ordenase la puesta en libertad de Francesc Ribas Ribas, después de que un Tribunal del Jurado emitiese un veredicto de no culpabilidad.
El viernes a las 15.30 horas, el juez de la Audiencia de Palma anunciaba in voce la absolución. Todavía tendrían que pasar 5 horas para recuperar la libertad tras tres años entre rejas. Tres años después volvía a pisar Sant Josep, su pueblo. Tres años después, el sábado, volvía sentir el calor de su hijo que ahora tiene 12 años. «Me he perdido muchas cosas de él», se lamentaba.
—¿Cómo se reecuentra uno con la libertad?
—Cuando se está privado de libertad hay que dejar pasar el tiempo y que llegue. Cuesta muchísimo volver a la normalidad. No es como ponerse a nadar, pero poco a poco volveré a llevar mi vida como antes. He podido saludar a muchos vecinos del pueblo y todo el mundo que me he cruzado me ha mostrado mucho cariño. Sé que han padecido, como yo, esperando este momento.
—¿Tres años son muchos para ponerse al día?
—Sí. Estoy recuperando el tiempo. El fin de semana fue muy intenso. El sábado estuve con mi hijo. El domingo pasé el día con mis hermanos y los sobrinos en Cala Tarida. Disfruté mucho. Me bañé con los boixos y luego hicimos una merienda. Todos tienen mucha paciencia, ya que cuesta mucho ponerse al día.
—¿Lo primero que pensó al oír la sentencia del juez?
—En la cabeza siempre tienes a la familia. Los que están ahí y también los que, desgraciadamente, ya no están, tíos y primos que han faltado durante estos tres años. Después pensé en el Jurado y también me vinieron a la cabeza los compañeros que dejo en la cárcel. Aquello es como una universidad de delincuentes donde muchos están por delitos que no son graves.
—Y el proceso, ¿cómo lo ha vivido, desde la detención al juicio?
—Pienso que todo ha sido muy exagerado. Primero las interlocuciones con los investigadores y luego las acusaciones. Creo que habría que escuchar más a la gente antes de tomar decisiones erróneas y tan graves.
—¿Tendrá muchos reproches?
—El Señor Todopoderoso nos perdona a todos. No guardo rencor a nadie.
—¿Va a pleitear con la Administración por los tres años entre rejas?
—No se qué haré en el futuro. Escucharé los consejos de mi abogada. Ha hecho un gran trabajo durante todo el proceso. No me equivoqué con su elección.
—¿Se siente un cabeza de turco?
—Ahora ya... Sólo espero que la investigación dé con el verdadero culpable de la muerte de Karina.
— Si mira por el retrovisor, ¿cómo recuerdas el día a día en la cárcel.
—La estancia en la cárcel es anodina. Siempre es lo mismo. Desde la diana al toque de dormir. De 8 a 20.30 horas durante siete días. Lo pasas haciendo partidas de ajedrez o parchís, talleres de modelaje, idiomas... Soy muy duro de mollera pero he hecho muchos trabajos con escayola con una profesora de Bellas Artes.
—¿Son más de 1.000 días encerrado?
—Sí. Primero estuve en Eivissa. Después me trasladaron a Madrid y por último he estado en Palma. Decían que el centro peninteciario de Madrid VII es uno de los mejores de España pero creo que son todos iguales. La jornada es la misma. Soy muy duro de mollera, pero algo he aprendido, sobre todo en los talleres de manualidades.
—¿Teme algún tipo de estigma por parte de la sociedad?
—Un poco sí. Siempre habrá alguién que pensará: ‘mira, ahí va el que estuvo en prisión' y me señalará con el dedo, pero confío en que no sea un estigma perpétuo.
—¿En el pueblo le aprecian?
—La verdad es que sí. La gente con la que me he cruzado se ha interesado por mi estado. Además, ya he estado con 3 ó 4 compañeros del trabajo y todos estaban muy contentos. Me ha hecho especial ilusión reecontrarme con el informático porque hace tres años tenía previsto irse a Chile y todavía sigue aquí. Estoy muy contento por el recibimiento.
—¿Y los saludos son constantes en la calle?
—De momento no me consta que haya perdido ningún amigo. Todo sigue igual. Quiero pensar así porque si no todo irá a peor. Quiero volver a mi vida.
—¿Ha tenido algún tipo de contacto con la familia de Karina Rosales?
—Ninguno. Sé que hay unos tíos suyos en Palma, pero no los he visto. Siento mucho todo lo que ha pasado.
—Durante el jucio cargó contra el capitán de la Guardia Civil que dirigió la investigación, ¿algo más que decir?
—Ellos hacen su trabajo. Tenían sus sospechosos pero no tenían pruebas. Estaba tan estresado que no entedía nada de la situación que estaba viviendo. Pienso que tienen muchas líneas de investigación abiertas y se acabará sabiendo lo que pasó con Karina.
—¿Toca pasar página?
—Poco a poco. Quiero tomarme un tiempo. Estar con los míos. Pasear por las calles de Sant Josep. Ir al mercado a Vila. hacer un cursillo de submarinismo en Cala Tarida. De momento estoy de baja psicológica, pero el objetivo es volver al trabajo pronto y reecontrarme con mis antiguos compañeros y, poco a poco, recuperar mi antigua vida.