De entre los más de 16 millones de parisinos que en la noche del viernes estuvieron en vilo por culpa de los atentados, se encuentran cuatro ibicencos que por circunstancias de la vida trabajan o estudian en la capital francesa y todavía siguen conmocionados por lo sucedido.
Uno de ellos es Gabriel Roque Pérez, fisioterapeuta de 24 años que lleva desde marzo trabajando en el hospital Lariboisière y vive a apenas 450 metros del restaurante Petit Cambodge y el bar Le Carillon, escenarios de uno de los tiroteos. «Estaba a las afueras e París en casa de unos amigos celebrando un cumpleaños. Cuando volvíamos, en el tren no vimos nada raro pero llegando a casa veía a gente que corría sin tener pinta de estar haciendo ejercicio. Todo el mundo marchaba en dirección contraria y con el paso acelerado. Cuando llegué a mi portal no había nadie, ningún coche, y si pasaba alguno era una ambulancia o la policía. Me llegó un mensaje de mi primo preguntándome si estaba bien y empezaron a llegarme mensajes de whatsapp de los compañeros de trabajo», escribía ayer Gabriel vía correo electrónico. Está cansado porque ha hecho siete horas de cola para donar sangre a pocos metros de los dos locales tiroteados. Explica que un compañero de trabajo, Orpheé Synodinos, vivió a pocos metros el tiroteo de la calle Charonne: «Salió al balcón para hacer alguna foto pero se metió corriendo de nuevo por si llegaba alguna bala perdida, e hizo bien porque alcanzaron su edificio y escuchó el tiroteo»
Pérez destaca que otra compañera de su hospital le ha comentado que han llegado tantos heridos que no saben dónde meterán a algunos de los operados. «No les quedan camas libres», señala Gabriel.
Elisa Cuevas, de 22 años, estudia Periodismo y Publicidad y está de Eramos en París llegó a París hace dos meses. Aunque vive en una residencia de estudiantes, el viernes durmió en casa de los padres de una amiga francesa. «Me encontraba en un bar en la otra punta de la ciudad con un grupo de chicas francesas. En cuestión de minutos la tensión comenzó a palparse en el ambiente y todos tenían sus móviles en la mano. El dueño del bar nos dijo que debíamos entrar todos dentro y luego nos dijo que nos fuéramos a casa porque todos los bares estaban cerrando por el pánico. Tuve la enorme suerte de estar con una amiga parisina que vivía por la zona y su padre vino a buscarnos en coche», cuenta Elisa.
«Lo más impactante eran las historias en primera persona de nuestros amigos de aquí. Mi compañera estaba nerviosísima y en continuo contacto con su mejor amiga, que vive exactamente en la calle de los tiroteos. Ella no pudo llegar a casa y tuvo que pasar la noche en un hotel donde trasladaron a todos los huéspedes al sótano ante el peligro», señala Cuevas, quien fue incapaz de dormir más de dos horas durante toda la noche. Ayer sábado, Elisa pasó todo el día en casa de la familia francesa que la acogió y explica que «las calles están prácticamente vacías. Estamos desconcertados, perdidos, sin saber muy bien qué hacer».
El testimonio de un ingeniero
Marc Marí tiene 25 años y lleva uno y medio en la capital francesa. Este ibicenco es ingeniero aeronáutico y diseña drones civiles muy cerca de Saint Martin, la zona donde se produjeron los principales atentados. «Mis compañeros y yo hemos estado una o dos veces en ‘Petit Cambodge'», uno de los restaurantes tiroteados. Cuando se produjo la masacre, Marí se encontraba entrenando a baloncesto. «Volví a casa bastante rápido en metro. Tenía a dos amigos en el Stade de France viendo el partido que nos iban dando noticias y llegaron a las 23,30. Nos costó localizar a una amiga que tenía que llegar a París en avión porque no le entraban las llamadas al móvil, pero pudo llegar a su casa sin que tuviera demasiadas noticias de lo que estaba pasando», comentó ayer Marc.
Una amiga ibicenca, Marina García, que lleva ocho meses trabajando en un hospital francés como fisioterapeuta, estuvo toda la noche preocupada por otra ibicenca que tenía previsto llegar a París y las informaciones que le llegaban. «Hablaban de varios ataques en barrios donde yo he estado tomando algo y paseando. Tengo amigos que viven en las zonas de los atentados y que no daban crédito a lo que estaba pasando. Hoy se estaba más tranquilo que cualquier otro sábado, hemos ido a donar sangre pero nos han dicho que no hacían falta más donaciones. Espero que todo vuelva poco a poco a la normalidad, aunque no será fácil», sentenció Marina.
EL DETALLE
Las redes sociales, fundamentales para conocer el estado de los parisinos
La ibicenca Elisa Cuevas destacó que "el pueblo parisino se volcó espontáneamente con el hastag #portesouvertes (puertas abiertas) para ofrecer refugio en sus casas a las personas que se encontraban en la calle. Asimismo, señaló que Facebook activó la herramienta 'Confirma que estás bien' "para comunicar a nuestros amigos que estábamos fuera de peligro".
La estudiante de Erasmus apuntó que las líneas de metro se cerraron pero, en cambio, tanto los taxis como el sistema Uber "han funcionado gratuitamente toda la noche para llevar a la gente a sus casas". "Está siendo todo realmente impactante porque es con estas pequeñas cosas con las que te das cuenta de que hemos estado todos expuestos a un peligro real", relataba ayer la estudiante de Periodismo.