La gran obsesión de Mariano Tur de Montis a lo largo de su vida fue encontrar la armonía a través de la belleza que expresaba en sus cuadros y en su forma de vivir. Tal vez por sus cuadros y en su forma de vivir. Tal vez por eso, la casa de Dalt Vila donde residía, ubicada en la calle Pere Tur, número 3, actual sede del Colegio de Arquitectos, acabó siendo un fiel reflejo de la personalidad de este pintor ibicenco nacido en una poderosa familia de terratenientes. Después de la Guerra Civil invirtió mucho dinero en tapices y antigüedades que convirtieron su casa en una especie de museo repleta de todo tipo de objetos. Más que una vivienda, era una obra de arte que atrajo a numerosas personalidades que visitaron la isla como Maria Callas, Soraya o el actor Errol Flynn.
Tur de Montis tenía una simpatía natural que le hizo congeniar con gente de todas las condiciones sociales, ya fueran príncipes o payeses. Sus mejores obras fueron los elegantes retratos que hizo a gente de toda condición social y que le convirtieron en un afamado pintor.
A los retratos le sucedieron los cuadros de flores, que compraba por docenas en los puestos del Mercat Vell. Su sobrino, el escritor Luis Llobet, recuerda que Mariano subía después cargado con las flores por las empinadas calles de Dalt Vila aunque más de una vez llegaba a su estudio con muchas menos porque las regalaba a todos los conocidos con los que se encontraba.
El pintor ibicenco fue un hombre que arrastró siempre problemas de salud que prácticamente desaparecieron cuando cumplió los 70 años. A esa edad, cambió su mentalidad y se convirtió en una persona excéntrica que vestía como los hippies que llegaban a la isla en esa época. Como recuerda entre risas su sobrino Luis, esta vertiente extravagante le llevó a vestirse de obispo para acudir a la inauguración del órgano recién restaurado de la iglesia de Santo Domingo.
Tras esta frenética etapa de su vida, le sobrevino una profunda depresión y se trasladó a Barcelona, donde recuperó la calma y volvió a pintar flores. Años después quiso volver a Eivissa para morir aquí. En su lecho de muerte dibujaba bellas mujeres de larguísimos brazos y cuellos hasta que, seis meses después, murió de un paro cardíaco a los 89 años de edad.
El Ayuntamiento de Vila le dedicó la que, posiblemente, es una de las calles más hermosas de Dalt Vila, con un encanto especial a la altura del pintor que tiene como nombre. Una empinada calle empedrada custodiada por plantas que mira a poniente y que se llena de luz al atardecer.
Dalt Vila, el barrio donde vivía la alta burguesía ibicenca
Mariano Tur de Montis proviene de una familia aristocrática con grandes propiedades. Nace a principios del siglo XX en una época en la que el componente rural predominaba en Eivissa.
Vila ya era entonces capital y centro social de la isla que se distribuía entre sa Penya, el barrio de los pescadores y los artesanos, la Marina, centro de la actividad económica con el puerto y el mercado, y la ciudad alta, Dalt Vila, donde vivía al alta burguesía ibicenca y sede del gobierno civil, militar y religioso de Eivissa.
Pere Tur era entonces una calle de gran vitalidad en la que residían las familias más poderosas de aquella época: los Wallis, los Llanera y los Botino. La casa de estos últimos, actual sede del Ayuntamiento de Vila, albergó en su interior un casino donde se hacían representaciones teatrales para la burguesía.
El escritor Luis Llobet explica que, durante los carnavales, se celebraban los denominados «asaltos», en los que cada familia «asaltaba» la casa de los vecinos para tomar una copa tras la cena ataviados con máscaras.