Desde el primer momento la consigna parecía clara: Pedro Sánchez no haría ningún tipo de declaración a los medios. La noche anterior a su visita ya se anunciaba el cambio en una agenda que inicialmente preveía unos minutos para responder a las preguntas de los periodistas; algo que podría parecer de perogrullo, pero que finalmente, y dados los hechos, no lo fue. Sobre los motivos, las especulaciones, podría tener mucho o nada que ver con la incómoda situación creada con la noticia con la que desayunó esa misma mañana el PSOE y que versaba sobre una denuncia a un diputado socialista. Pero lo cierto es que para los medios, ni agua. Ni respuestas, ni miradas, ni mucho menos margaritas.
Pero para los demás, sí: sonrisas y margaritas, salvajes (las margaritas), que ya no rosas, y muchas, de muchos colores. «Deben de ser más baratas», se planteaba alguien del partido.
Las repartió un Pedro Sánchez que acudió puntual e impoluto a su cita, con una camisa blanca recién planchada que terminó sudada y es que la justicia ayer en el Parc de la Pau era cosa del sol. Un candidato a la presidencia del Gobierno que demostró aplomo ante las multitudes, que regaló flores a diestro y siniestro por un mercado, el de Eivissa que, en algunos casos sorprendido, las recibió.
Una actitud tan correcta como su camisa fue la que mostró Sánchez con quienes se acercaron a pedirle desde fotografías hasta que «no tocara las pensiones y atendiera al grave problema de los alquileres en Eivissa». Sonrisas para todos.