Ismael Beiro (Cádiz, 6 de noviembre de 1974) se define en su perfil de Twitter como «monologuista, actor, gaditano, cadista, carnavalero y muy güena gente». Y es que desde varios años el ganador de la primera edición del programa de televisión Gran Hermano ha dado un giro a su carrera para dejar atrás la alargada sombra de este reality y convertirse en un monologuista, cómico y presentador de prestigio. No en vano, a su buen hacer encima de un escenario, suma decenas de colaboraciones benéficas, las dos últimas en el festival contra el Síndrome de Hunter en Medina del Campo y la de Boadilla del Monte, donde acudió a un festival para ayudar a Bruno, un pequeño del municipio que desde hace un año lucha contra la enfermedad rara encefalitis autoinmune. Mientras, mañana jueves regresa a Ibiza para participar junto a su gran amigo José Boto en el Festival del Humor con el peculiar duo The Blues Bordes.
—Regresa a Ibiza. Aquí ha actuado tantas veces que se debe sentir casi como en casa...
—(risas) La verdad que sí. Estoy muy contento porque es un lugar que siempre se me ha dado muy bien y en el que me han tratado de maravilla. Ibiza es para mí uno de los grandes santuarios de la comedia.
—¿Por qué?
—Porque por mucho que digan que los ibicencos son serios aquí siempre me he encontrado con un público que entiende genial la comedia desde el minuto uno.
—Vuelve con The Blues Borders. ¿Qué nos vamos a encontrar mañana en Can Ventosa?
—Pues dos simpáticos personajes, interpretados por José Boto y por mí, que tras dar un concierto se creen grandísimos cantantes cuando son todo lo contrario. José es el listo, el enterado de la pareja, y yo soy el empanado, el que menos se entera de todo. Y juntos cantamos, hacemos monólogos y sobre todo hacemos reír a los espectadores.
—Incluso creo que esta peculiar pareja grabó un vídeo musical...
—Sí. Estos peculiares músicos llegaron a hacer un vídeo con su versión del tema Cómo te atreves a volver de Morat. Y digo propia versión porque yo he adaptado la letra aunque a veces no lo recuerdo bien (risas).
—¿Cómo acaba un gaditano como usted con un tipo de Leganés como Boto?
—(risas) Eso me pregunto yo. No, en serio, antes que compañeros de profesión somos amigos que se quieren y se respetan y eso se nota. Además nos une que los dos somos niños criados en un barrio, con sus cosas buenas y malas, y por eso tenemos las mismas vivencias y nos entendemos sólo con mirarnos.
—Niños de barrio. ¿Eso ya se ha perdido completamente?
—Por supuesto. Comenzó a perderse el día en el que un padre le dio a su hijo un teléfono móvil para que se entretuviera. Desde el momento en el que un niño de 11 años ya sabe buscar en Google, escribe mensajes de Wassap o juega en un teléfono, perdimos la guerra. Fíjate que yo con 11 años aún dudaba de si existían los Reyes Magos o no...
—Los tiempos adelantan que es una barbaridad...
—Totalmente. Hoy en día los niños de 11 años ya tienen novia y se están besando y yo con esa edad estaba jugando en la calle porque no me di mi primer beso creo que hasta los 19 años... y no porque fuera feo la verdad (risas).
—Sería un chico gracioso porque no conozco a ningún gaditano que no lleve la gracia en la sangre.
—Eso es verdad. En Cádiz nueve de cada diez gaditanos hacemos bromas con todo y el que queda, por fuerza, tiene que acabar contagiado (risas).
—¿Cuándo decidió que quería ser monologuista?
—Ojalá lo hubiera descubierto antes. Yo cuando era joven y estábamos de botellón, pobre porque no teníamos mucha pasta, era de los que hacía reír al grupo con tonterías que contaba. Luego, después de Gran Hermano cayó en mis manos un curso de monólogos. Decidí probar y descubrí un mundo que me encanta porque me hace reír y hago reír a la gente y esa es la mejor medicina que hay. La vida sin humor no tiene sentido.
—Algo que también parece que llevan en la sangre los gaditanos...
—Por supuesto. Hay que vivir la vida y sus problemas con una sonrisa para que no nos de algo. Por ejemplo, en Cádiz cuando llegó la crisis ya teníamos 30 años de experiencia así que cuando nos preguntaban como lo llevábamos siempre respondíamos que con tranquilidad y les invitábamos para que fueran entrenando si querían cogernos (risas).
—También es presentador de causas benéficas. Creo que no da a basto.
—Sí, pero cuando te piden ayuda para temas de verdad importantes nunca se puede decir que no y siempre hay que intentar ayudar aunque sea sin cobrar ni un duro. Y yo hago lo que puedo, no soy mejor ni peor que otros.