En 1976 acabó la carrera y lleva 41 años trabajando en Medicina Intensiva. Su paso por el hospital de la Cruz Roja de Madrid para hacer prácticas fue el que determinó la elección de su especialidad. «Había un intensivista, Andrés Esteban, que acababa de empezar con la UCI. Cuando vi cómo trabajaban y lo que hacían me gustó; decidí hacer cuidados intensivos».
¿Cómo fue eso de venirse a vivir a Ibiza?
—Vine a trabajar a Ibiza por motivos personales. Tenía mi vida hecha en Alicante. Llevo 23 años en Ibiza.
¿Cómo fue su primer día de trabajo?
—Recuerdo que me presenté al servicio. Sólo había una mujer, todo eran hombres. Entonces lo hacían muy pocas mujeres. Me recibieron bien y enseguida me adapté al servicio. Guardo de todos ellos un recuerdo excelente.
¿Cuál fue su mejor experiencia?
—Son tantas las experiencias. Primero cuando ha habido pacientes en los que te has implicado mucho y han salido adelante. Esa es la más positiva. Al contrario, los que no has podido sacar adelante. También la experiencia de haber saltado de un hospital a otro. Venía de un mundo en el que estaba en un hospital de referencia y se había creado una UCI nueva. Era un hospital de referencia como Son Espases, con un equipo muy grande, teníamos residentes y estábamos en la universidad. Fue un cambio total.
¿Cómo estaba Can Misses entonces?
—Primero peleó una serie de gente para que hubiera UCI. Llegué cuando ya estaba pero faltaban intensivistas. Había una estructura y un equipamiento deficiente y fue como el día y la noche. Me movieron motivos personales, para nada profesionales porque en ese momento perdí mucho. Como todo, hay que mirarlo con el paso del tiempo, posiblemente cosas que he hecho aquí no hubiera podido hacerlas allí. Me costó muchísimo adaptarme al trabajo.
Aun así decidió quedarse.
—Me quedé por motivos personales, porque no me quedaba más remedio. Si no no hubiera venido. Siempre pensé que me quedaría trabajando en Alicante o me iría en un futuro a Madrid, pero la vida te lleva a veces por caminos que no esperas y me trajo aquí.
Pero ha hecho una UCI a su medida.
—Sí. La UCI ha quedado muy bien. El camino ha sido muy positivo pero cuando aterrizas miras adelante, ni para la derecha ni para la izquierda. Estoy muy a gusto en la UCI y en la Unidad de Seguridad del Paciente (USP).
La niña de sus ojos ha sido la Unidad de Seguridad del Paciente.
—Empezamos en 2005 a formarnos y a implantar la gestión del riesgo. Pensamos que con los conocimientos que habíamos adquirido y la experiencia teníamos la responsabilidad social de trasladarlo a todo el Área de Salud a partir de 2012.
¿Qué le he aportado?
—Mucho. Trabajar con gente con la que antes no lo hacía a esos niveles. Es extraordinaria. Es como si nos hubiera tocado la lotería. Estamos llenos de entusiasmo y altruismo porque muchas cosas las hacemos fuera del horario laboral. Nos ha llenado de ilusiones y de proyectos y es un trabajo que se sostiene porque hay mucha motivación. Hemos tenido nuestros proyectos, como Dogspital, que parecía inalcanzable. Nos han ayudado mucho tanto en el hospital como desde fuera. Nos han dado dos premios que aunque no ha cambiado nuestro trabajo porque no hemos tenido más recursos pero sí que hemos tenido un reconocimiento. También hemos tenido mucho apoyo de los medios de comunicación.
En proyectos como Dogspital ha de ser satisfactorio el reencuentro de los pacientes con sus mascotas y, sobre todo, en servicios como la UCI donde el paciente está muy grave .
—En la UCI está la parte del paciente en sí y también la humana. Hay un protocolo de humanización que tratamos de llevar adelante. Todos los años hacemos encuestas de satisfacción y el grado es muy alto. Es verdad que nos traen tarjetas postales, pasteles o algún detalle. No tenemos reclamaciones. Muchas veces el paciente está sedado y no siente ni padece, pero los familiares necesitan apoyo. Siempre se ha dado el trato humano en la sanidad pero se puede ser mejor y esa es la filosofía de la UCI, la USP y en general. Cuando un paciente ingresa en el hospital no pierde solo la salud sino muchas cosas, su entorno, el contacto con los familiares y sus mascotas, si las tiene, y eso es lo que intentamos acercar.
¿Seguirá en Can Misses hasta su jubilación?
—Tenía que haberme jubilado ya porque cumplí 65 años en junio y he pedido una prórroga de un año. Tengo mis tres hijos y mi nieta en Madrid y eso me tira mucho. De momento estaré hasta junio.
Se le echará mucho en falta cuando se vaya.
—Soy la cabeza visible de un servicio pero los pilares son la UCI y la USP. Lo más bonito es cuando uno se va y las cosas siguen porque indica que se han creado unos equipos de trabajo sólidos. Espero que sea así cuando me vaya.
¿Qué hará cuando se jubile?
—Tengo 40 cosas por hacer. Empecé Geografía e Historia e igual tengo fuerzas para acabar. También hay módulos para mayores en la universidad. Iré al gimnasio todos los días. Me iré a Madrid, es una ciudad que ofrece de todo y no es para aburrirse.