Hace treinta años que vino a Ibiza a trabajar, pero la isla la conoce desde mucho antes, en 1958, cuando venía con sus padres de vacaciones a una recóndita casa que tenían en Cala Corral. «Íbamos en barco a Sant Antoni para hacer la compra», rememora.
Su relación con Ibiza viene desde su adolescencia. ¿Cómo lo recuerda?
—Venía de crío a Ibiza con mis padres. Vara de Rey era de tierra, no estaba asfaltada. Mis padres tenían una casa en Cala Corral y recuerdo las noches de tertulia que se alargaban de una manera impresionante. No teníamos luz y el agua era de aljibe. Para llegar a la casa era un episodio porque teníamos que coger un taxi que nos llevaban a una zona de Sant Agustí y de allí venían a recogernos en un carro. Dejé de venir en los 70 porque encontré la isla muy saturada y posteriormente vine de una forma más definitiva hace 30 años.
No se imaginaba usted entonces que acabaría trabajando en Ibiza.
—Eso fue otro episodio un poco anecdótico. Un paciente de Ibiza que había visitado en Barcelona al que venía a ver de vez en cuando se empeñaba en que viniera aquí y me convenció. De eso fue hace 30 años.
Tiene que gustarle mucho su trabajo porque a su edad sigue ejerciendo.
—Sí, si no estaría jubilado ya. No encuentro que mi trabajo sea una carga para mí sino que es todo un placer la relación con los pacientes y preocuparme por ellos. Disfruto haciéndolo; no me veo jugando a la petanca.
¿Cómo se trabaja mejor en la sanidad pública o en la privada?
—Son dos formas diferentes. En la privada te puedes organizar más a tu manera y en la pública estás más marcado por directrices, pero realmente si uno quiere en la pública trabajar a su aire, si los de arriba ven que estás implicado, te dan las posibilidades de organizarte más a tu manera.
Pero usted decidió dejar la pública.
—No decidí yo, la pública decidió dejarme a mí. Me jubilé a los 70 años.
¿Cómo recuerda su primer día de trabajo?
—Con mucho miedo. Una cosa es trabajar con un equipo y otra encontrarte con tu primer paciente del que tienes absoluta responsabilidad y te da un cierto pánico, tener que solucionar el problema tu solo.
¿Cuál ha sido la mejor experiencia laboral?
—Sentir la satisfacción de haber solucionado un problema más o menos importante a una persona.
¿Y la peor?
—Al contrario, cuando una persona ha fallecido a consecuencia de una enfermedad dermatológica que afortunadamente son pocos los casos pero cuando los que hay son muy importantes.
¿A qué se hubiera dedicado si no hubiera sido médico?
—Mi idea desde pequeño era ser médico, quizás hacer psiquiatría, pero los caminos de la vida me llevaron a otros derroteros y decidí hacer dermatología.
¿Qué le aporta el trabajo a su vida?
—Es lo que me empuja a seguir continuando. No es ningún sacrificio y lo hago con mucho gusto. Para mí es peor un domingo que un día de mucho trabajo. Quizás está fuera de lo corriente. No puedo entender a un compañero que dice que está agobiado por el trabajo que tiene. El que se queja de su trabajo como médico realmente no merece serlo, para mí.
¿Qué hace usted en las vacaciones?
—Desde que estoy aquí no he hecho nunca vacaciones.
No sé si tiene hijos o familia y lo que piensan de esto.
—Tengo una esposa altamente comprensiva (risas).
¿Tiene fecha para su jubilación?
—Ya me lo dirá la vida. No tengo pensando jubilarme mientras el cuerpo aguante y los pacientes vengan a verme.
¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
—La relación con los pacientes. Te da mucha alegría cuando viene una persona, te reconoce y te dice que pensaba que ya estaba jubilado, me están dando vidilla. La relación médico–paciente es trascendental. Nadie nos explica cómo funciona y te sale con los años cuando has tenido mucho contacto con los pacientes. La medicina ha cambiado mucho. Estamos todos de forma defensiva pidiendo muchas pruebas pero si un médico no ve lo que tiene el paciente por muchas pruebas que le pidas no lo vas saber nunca.
Además de su trabajo, está implicado en asociaciones como APAAC y dio mucha caña para que Ibiza tuviera radioterapia.
—El Movimiento Pitiuso Pro Radioterapia en Ibiza, con Carmen Tur al frente, metió mucha presión para conseguirlo que en algunos momentos supuso un enfrentamiento muy fuerte con las instituciones.
¿Le supuso un quebradero de cabeza?
—A mí no, pero sí a los políticos porque estaban un poco molestos conmigo. Se consiguió y tengo que agradecer la lucha de todos los que se implicaron y a la población ibicenca cuando hubo una recogida de 30.000 firmas.
¿Nunca le han tentado a meterse en política?
—Alguna vez, pero en mi juventud pasé por esos derroteros. No era delegado de facultad pero era un conglomerado parecido y estuve también en un sindicato médico. ¿La política? Para los políticos. Tienes que tener una sangre muy especial para depender de los mandatos de los de arriba. A mí me ha gustado más ir a la contra, es más divertido.
Sigue implicado en la lucha contra el cáncer a través de APAAC.
—Estoy muy satisfecho de la asociación cuando vemos que podemos ayudar a personas. Hay personas que no tienen donde comer y dormir. Es lamentable que la sociedad no se implique en esos temas. Mañana te puede tocar a ti.