Tugues lleva cinco años jubilado pero no para. Le encanta la navegación y, de hecho, acude a la entrevista con una herida en la mejilla por el golpe con un obenque en una de las últimas regatas en las que ha participado. En esta entrevista hace un repaso a su trayectoria profesional.
¿Por qué decidió venir a Ibiza?
—Tuve una oportunidad interesante de trabajo en Ibiza en 1973 cuando el hospital era muy pequeño y tenía una relación sentimental con una ibicenca, es mi mujer, y me motivó a desplazarme aquí. Me replanteé volver a Barcelona a trabajar allí, que también tenía unas ofertas, pero vi la calidad de vida de Ibiza y tomé una decisión muy acertada: orientar mi vida a nivel profesional y personal y quedarme aquí.
¿Cómo recuerda sus inicios?
—Estaba en S'Ambulatori que los ibicencos llamaban Can Tiritas. Haciamos una medicina muy elemental. Era una época en la que no existía el TAC ni la resonancia magnética. Recuerdo que se compró un electroencefalógrafo.
Había que tener mucho ojo clínico en aquella época.
—Tenías que ser muy práctico e intuitivo. Lo que hoy en día se pueden resolver con muchas técnicas de imagen en aquella época se tenía que resolver con muchas manos y mucha perspicacia clínica. Los primeros años fueron muy duros porque teníamos pocos recursos. Uno de los primeros casos que viví fue el ataque de abejas a una pagesa. Era una mujer mayor que estaba medio ciega y me impactó mucho. La picaron tantas abejas que falleció y sólo llevaba descubiertas las manos y la cara. Durante bastantes años estuvimos haciendo una medicina muy rudimentaria por los recursos. Cuando nos trasladamos al nuevo hospital, el ahora antiguo Can Misses, en 1985 estábamos fascinados, fue un salto adelante.
Se jubiló en 2012, es decir que no llegó a tiempo de trabajar en el nuevo hospital.
—Afortunadamente para mí, porque me han dicho que los dos primeros años han sido una locura.
¿Cuál fue su peor experiencia como médico?
—A final de la década de los 80 hubo unos años muy duros cuando aún no estaban identificadas las partículas del VIH e ingresaba mucha gente joven con unas infecciones espantosas que se morían, con infecciones respiratorias o tumores. No sabíamos lo que pasaba. Fueron unos años muy duros y desconcertantes. La parte positiva, pese a que fue dura, fue que durante muchos años conseguí ayudar a mucha gente a curarse del cáncer y también pude ayudar a morir cuando no tenía remedio por lo avanzado de su enfermedad.
Pese a ser especialista en Medicina Interna se dedicó a la Oncología.
—Durante casi 15 años estuve dedicándome a la Oncología, era el único médico que hacía Oncología en Ibiza. Fue una época muy dura, pero gratificante. Había pacientes que estaban en una fase avanzada de la enfermedad con los que establecías unos vínculos y cuando fallecían te dejaba tocado. Estaba solo y no había un equipo de trabajo como ahora. La tercera etapa fue a principios del 2000 cuando dejé la Oncología y pasé a ser jefe de Medicina Interna hasta mi jubilación. Estos últimos diez años me compensaron mucho, iniciamos una nueva etapa, conseguimos residentes y creamos un equipo de trabajo cubriendo todas las subespecialidades de Medicina Interna.
¿No quiso aplazar su jubilación?
—Yo lo quise pero coincidió con la crisis económica y hubo una auténtica escabechina de profesionales que queríamos seguir trabajando, pero se nos cerraron las puertas.
Pues no ha parado desde entonces.
—Doy charlas sobre temas de salud en Cáritas que me permiten seguir vinculado con mi trabajo. También en el centro polivalente de Jesús doy conferencias a mayores, que están muy motivados. Es como un quid pro quo. Me permiten que le den charlas y me va muy bien porque así sigo vinculado a la profesión.
También navega.
—Llevo una vida de jubilado tremendamente activa. Me gusta navegar y hago regatas. También hago senderismo y vengo a nadar a la piscina de Raspallar. Mantenerse en activo es una buena medicina. Le voy a confesar una cosa: el primer año tras la jubilación fue muy duro. Pasé de tener una vida profesional muy activa a una situación en la que me tuve que replantear la vida para no caer en una depresión. Eso le pude pasar a mucha gente cuando se jubilan.
Volviendo a la navegación, ¿participará este año en la Ruta de la Sal?
—Este año voy a hacer otra cosa que pondrá los dientes largos a mucha gente. Me voy a Madrid a a ver a un concierto de Bob Dylan, es un ídolo. Me di cuenta a posteriori que coincidía con la Ruta de la Sal. El problema hubiera sido si me hubiera dado cuenta previamente. He hecho 25 ediciones de la Ruta de la Sal y este año iré al concierto.
¿Qué le ha aportado su profesión?
—Me estoy haciendo mayor, encarando la recta final de mi vida. Siempre he pensado que he tenido mucha suerte porque me he dedicado a una profesión que me ha llenado plenamente y me ha compensado todos los esfuerzos que he tenido. También haber tomado la decisión de quedarme en Ibiza. Soy muy feliz en esta isla y aunque he dejado la profesión, como digo yo hay vida más allá de Can Misses, porque ves que puedes hacer muchas cosas.