Eran las once de la mañana y ayer en el interior de la iglesia de Sant Jordi alguien faltaba. Cuando empezó la misa muchos de los presentes se miraron unos a otros con cara de no entender lo que sucedía y por qué junto al altar no estaba el obispo de Ibiza y Formentera Vicente Juan Segura y si otro religioso desconocido para la mayoría. Era el obispo emérito de Getafe, Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo, flanqueado por el párroco de Sant Jordi, Marcelo Gabriel Jofré, y el de Santa Eulària, Vicent Ribas.
Afortunadamente el cambio no se notó en absoluto. Rápidamente, en apenas diez minutos, don Joaquín se ganó al numeroso público que llenó el templo con una homilía cercana y directa que arrancó más de una sonrisa. De hecho, incluso en algún momento dió la sensación de que el religioso madrileño estuviera como en su propia casa. «Yo estuve en la isla en 1959, cuando tenía 16 años, invitado por unos amigos que tenía en el bachillerato, justo cuando estaba empezando a desarrollar mi vocación, y recuerdo que recorrí la isla de punta a punta en bicicleta», comenzó explicando con tono calmado pero firme el obispo emérito de Getafe para luego asegurar que «fue junto a estas aguas cristalinas, estas calas maravillosas y gracias a la amistad de los ibicencos cuando sentí la llamada del sacerdocio y la necesidad de acercarme a Dios».
Después, tras alabar las virtudes y bondades que supone la amistad, don Joaquín destacó lo importante de una celebración como la de ayer en Sant Jordi. «Viendo este grupo de bailarines y músicos, con sus gaitas y sus tambores, y viendo como los vecinos acuden en masa a la iglesia, me siento muy honrado de presidir la misa en un día tan importante para Sant Jordi porque la tradición es fundamental en nuestro día a día, ya que nos indica de donde venimos y hace donde vamos y nos enseña el camino que nunca debemos de dejar de seguir», confirmó.
Además, recordó la raíz cristiana de este tipo de celebraciones, repasó la figura de San Jorge – asegurando que fue «un mártir que murió por defender el nombre de Jesucristo» y su evolución hasta el caballero «que lucha y derrota al dragón del pecado, el mal y las cosas que nos hacen infelices en nuestro día a día» –, y finalmente explicó la llamada universal a la santidad del Papa Francisco. «La santidad no es algo exclusivo de obispos, sacerdotes, religiosos o personas que viven en unas condiciones de retiro o meditación constante sino que podemos ser santos cualquiera de nosotros, en nuestra vida cotidiana, siempre y cuando la vivamos con amor, haciendo el bien a los demás y transmitiendo el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días». Además, al igual que el Papa Francisco, don Joaquín exhortó a todos los presentes a acoger el don de la santidad «con alegría» y a sostenerse «los unos a los otros porque este camino no se recorre solo sino en compañía de amigos y familiares».
Tras ello la misa continuó por los cauces habituales y bajo las bellas canciones interpretadas por el coro de la localidad, y cuando terminó Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo se llevó una gran ovación junto a don Vicent y don Marcelo. Después, una vez concluida la misa y mientras los voluntarios se dirigían con las imágenes desde un lateral del templo hacia la puerta principal para comenzar la procesión el obispo emérito aún tuvo tiempo de saludar a todas las autoridades presentes ayer en Sant Jordi, entre ellos el presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Torres, o el alcalde de Sant Josep, Josep Marí Ribas, Agustinet.
Procesión, carros, ball pagès y libros
En torno a una hora después del inicio de la misa dió comienzo la procesión por las calles adyacentes a la iglesia. Bajo un intenso sol y mucho calor, las distintas imágenes hicieron su recorrido encabezadas por un Sant Jordi llevado a hombros por cuatro porteadores, entre los que destacaba el coordinador del PP en Ibiza, Vicent Roig, un orgulloso jordier que jamás se pierde el día de su pueblo y siempre está dispuesto a ayudar con lo que haga falta. Detrás iban las autoridades civiles y eclesiásticas y una veintena de miembros del Grup Folklòric Sant Jordi de ses Salines.
Tras el tradicional desfile de seis carros, cuatro de ellos de barana, y tres caballos, y después de que hubiera tiempo para comprar cualquier cosa en los puestos de libros, joyas, pulseras, cuadros de madera, o muñecos para niños y para reponer fuerzas en la barra instalada en la plaza, llegó el momento del ball pagès, del vi pagès, el refresco y las orelletes.
Mientras, una veintena de miembros de sa colla de Ses Salines hicieron las delicias del numeroso público presente. Había balladors y sonadors de todas las edades, incluyendo a la pequeña Aroa, de dos años y medio e hija de Raquel, y que, después de acaparar la atención de los fotógrafos decidió marcharse a jugar a un lateral con su abuela. Afortunadamente, sus compañeros de colla dejaron el listón muy alto demostrando que el ball pagès y Sant Jordi están en plena forma. Y demostrando que a don Joaquín, se le recibirá con los brazos abiertos cada vez que quiera regresar.