Mañana entrará en vigor la nueva ordenanza de ruidos del Ayuntamiento de Sant Josep que tan felices hará a los de Prou! y tan descontentos a todos aquellos desgraciados que viven del turismo, que en Ibiza son unos pocos, y que en unos pocos meses deben ganarse el sustento de todo el año, si es posible. A partir de mañana los restaurantes de playa y los ‘beach clubs' deberán tener limitadores de sonido y no podrán superar los 65 decibelios, un estruendo que con una conversación sosegada y sin dar voces ya se superaría.
Los turistas que nos visitan, a decir de los impulsores de la norma, vienen a Ibiza para disfrutar del silencio y del bucólico sonido del mar, a tumbarse en la arena de nuestras playas antes que en una mullida tumbona, y a visitar los museos antes que irse a bailar a las discotecas.
Como no tenemos competencia ninguna en todo el Mediterráneo y no tienen donde ir porque sol y playa solo hay aquí, les cobramos un impuesto con la excusa de que se destina al medioambiente, aunque en la mayoría de los casos no es así. Y como el año que se puso en marcha esa tasa, nadie protestó, pues al año siguiente, en el que nos encontramos, se dobló para darles motivos de queja.
Y para rematar la faena, no dejamos de decir para que se nos escuche bien alto desde los países en que ellos residen, que el turismo es como la peste, que malvivimos del turismo, y que preferimos que se queden en sus casas. Nos creemos que así dejarán de venir unos pocos y así todo nos irá mejor.
Sucede que el grifo para regular los que vienen no funciona tan precisamente y pretendiendo que dejen de venir algunos, resulta que son bastantes más los que optan por irse a Mykonos, donde las Administraciones no les dicen cuánto tiempo tienen que durar sus excursiones (en Formentera estudian la forma de prohibir las de un día de duración), dónde tienen que echarse a tomar el sol, ni lo que tienen que visitar. Y encima les resulta mucho más barato que venir a las Pitiusas. ¡Pues que no vengan!, dirán algunos. Desde luego, no los que viven de ello y su porvenir depende de que decidan venir o vayan a Mykonos. Pero para desgracia de todos, ahora solo se escucha a los que no quieren que vengan.
Un traje a medida
Tengo yo que ver el traje a medida que el Ayuntamiento de Sant Josep estudia hacer para que los músicos que actúen en directo, puedan seguir haciéndolo, pero no quienes ponen música enlatada en las terrazas de sus bares o restaurantes, o incluso con un pinchadiscos. Se lo han puesto bien difícil al técnico que tenga que redactar la norma, porque a ver cómo se permite que si tocas con una banda de rock puedas estar exento del limitador de sonido, pero si pinchas en una mesa de mezclas, aunque lo hagas a un volumen menor, no puedas. A eso le llamo yo la cuadratura del círculo. Pero cosas más difíciles se habrán visto.
Yo, en todo caso, me alegro de que la música no desaparezca del todo en Ibiza. Es lo único que nos faltaría, que nos priven del refugio que supone ante tanta mediocridad.
Feliz domingo.